Haití, Duvalier y la patología

Haití, Duvalier y la patología

Decía Bosch: “la historia no se repite, sino que aparecen circunstancias sociales, económicas y políticas, similares que llevan a los pueblos y a los hombres a comportarse de la misma manera”.

Al pueblo haitiano le va de mal en peor, y todo por su atraso económico, social y político; pero también, por la ausencia de una clase gobernante con conciencia, y de una clase política con poco desarrollo gerencial y moral.

Dada la carencia de todo, los países desarrollados y los que se comprometieron a extender la mano amiga, han dejado al pueblo haitiano tocando puertas.

Para mal, aparece el cólera, la desesperanza, pánico, frustración e impotencia; se convive con los abusos sexuales infantiles, el tráfico de niños, los robos, la deshumanización y la despersonalización total.

Ahora, en medio de la incapacidad internacional y local, se condicionan las viejas nostalgias y se añoran las viejas prácticas de volver al pasado, a la búsqueda de la fuerza, al orden y a la ley que representan los dictadores como seres “necesarios” para calmar y organizar las imperfecciones y debilidades de la democracia del “dejar hacer  y dejar pasar”.

Baby Doc sale de Francia y llega al pueblo haitiano para observar las reacciones, en lo que los grupos dominantes y extranjeros negocian, para mediante el pasado organizar el presente.

Literalmente  volver a la patología; a la búsqueda de la funcionalidad por la vía de la fuerza, el terror, la cultura del miedo, el chantaje, la corrupción, la componenda de grupos, y crear los “ellos y los nosotros” para controlarlos a todos.

¡Oh Dios! volver a la patología, a resolver sangre con sangre, a la bota  con bayoneta, al silencio y al teatro, a la simulación del orden y a la paz del garrote.

Ensayar con Duvalier y apostar a la memoria corta del pueblo haitiano, es sencillamente, junto al terremoto, reproducir el estrés post-traumático; aquellas décadas del crimen, la corrupción, las torturas, la vida desigual y diferente entre los del norte y los del sur de la población haitiana.

¡Qué pena! qué forma de buscar y ofrecerle la ayuda. Qué solidaridad, qué salida más humana. Repetirle la historia, crearle el camino más corto, enseñar que los “dioses”  y los “demonios” se tranquilizan  con los fuegos que emanan del alma del “diablo vivo”.

Volver a la patología, repetir las viejas enseñanzas, y recordarles a los vecinos del lado – hagan memoria – ¡Qué vergüenza!

Volver a las dictaduras, legitimar a los perversos, levantarle la falda a una nación para que le vean sus interioridades y carencias, sencillamente, volver a la patología, ¡Oh Dios! Qué vergüenza.

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