Haití en el tejido de nuestras ambigüedades

Haití en el tejido de nuestras ambigüedades

Ya se sabía. Un importante número de ciudadanos haitianos ha venido destruyendo las pirámides o bornes que delimitan la frontera con Haití, según el acuerdo limítrofe de 1929, ratificado en 1935. Lo denunció notoriamente el diputado Pelegrín Castillo a inicios de 1999.

   Pero ya se sabía. Los límites fronterizos no pasaban de tener cierto endeble significado simbólico y cada vez con mayor claridad vemos nuestro territorio invadido pacíficamente por una creciente multitud de haitianos, que nos entristecen con sus carencias extremas, pero que no podemos sanamente acoger.

     No cabe duda de que su trabajo, su mano de obra áspera y fuerte es necesaria y conveniente, y que los ancianos, mujeres y niños que arrastran sus miserias mendigando entre el disparatado tráfico vehicular de Santo Domingo o Santiago, a sol o lluvia, pidiendo algo para comer –aunque los utilicen inmoralmente quienes los manejan-  merecen nuestra comprensión y ayuda. En general la piedad se impone y, en conflicto de ideas, nuestra gente –yo inclusive– baja los cristales de su vehículo para darle al infeliz unas monedas, sabiendo ya lo poco que éstas representan, y que suelen estar obligados a entregar diariamente una suma a quienes los colocan en esquinas estratégicas y luego los califican por sus recolecciones, valorando a quienes recaudan más, porque adoptan una tristeza más convincente.

   Viene a resultar que los haitianos no son nuestro problema… pero lo son. Trabajan por menos que los dominicanos… y eso no es nada que me sorprenda, ocurre con otros grupos de inmigrantes en muchos países… yo lo viví especialmente en la Alemania de los sesenta, cuando los obreros de trabajo más recio eran españoles. También lo vi, en cierta medida, en Londres.

   ¿No se atreven los dominicanos a abordar una yola o cualquier posible transporte que los lleve a los complejamente poderosos Estados Unidos?

   Cuando siendo yo director de la Orquesta Sinfónica Nacional recibí autorización oficial del presidente Jorge Blanco para contratar buenos músicos sinfónicos para reforzar la Orquesta dominicana, ¿no fue en la pobreza e inseguridad de  Yugoeslavia, lo que en la Sinfónica de Belgrado me permitió contratar excelentes instrumentistas ansiosos por irse de allí? Y aquí están gran parte de ellos o sus reemplazos.

   Es la historia de siempre.

   Este jueves 6 de junio de 2013 leo que Chile revisa su política migratoria y busca mano de obra flexibilizando visas de trabajo temporal con miras a suplir un déficit de mano de obra previsto en la agricultura y la minería, modificando el límite de quince por ciento de trabajadores extranjeros en sus dotaciones para trabajos temporales.

   ¿No tendríamos que hacer algo parecido?

   Pero el problema nuestro radica en las ambigüedades, en la debilidad de la Ley.

    Si nuestros Congresos, inoperantes desde siempre, a la espera de instrucciones “desde las alturas del poder” –como parece que sucede con la Justicia cuando se trata de tocar con el pétalo de una rosa marchita los intereses malditos de    grandes consorcios– se dedicaran a realizar honestamente la labor para la que fueron elegidos, las cosas serían muy diferentes.

   ¿Lo de la Barrick no es algo alentador? Una victoria del Gobierno y el pueblo.

  Igualmente lo de Loma Miranda.

   Pero se trata de una lucha sin tregua.

   Se le pide mucho y rápido al presidente Medina.

   Todo lo han vuelto un revoltijo incomprensible. Las leyes se manipulan  en los grandes casos, y se irrespetan en los pequeños. No existe Justicia.

    Pienso que la gran tarea del presidente Medina radica en entregar la casa un poco mejor de como la encontró.

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