Haití En la hora de la conciliación

Haití En la hora de la conciliación

POR JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Una vez más las élites políticas  y sociales de Haití afrontan el desafío de la conciliación para garantizar la gobernabilidad y un período de recuperación, tras los resultados de las elecciones del pasado día 7 que dieron a René Preval como nuevo presidente.

El éxito de la jornada de votación quedó empañado por denuncias de fraude,  presiones callejeras y precaria superación del 50 por ciento de los votos por el candidato proclamado presidente por el Consejo Electoral con obvio respaldo de la comunidad internacional presente en la vecina nación.

Corresponde a Preval y su partido tomar lainiciativa para iniciar un régimen político de amplio espectro, de inclusión y conciliación, que le permitagobernar con autonomía de los grupos radicales que siguen al expresidente Aristide y al mismo tiempo viabilizar una amplia ayuda económica internacional.

El resultado electoral

El pueblo haitiano no dejó dudas sobre su disposición al juego democrático y sus expectativas de superar la crisis política en que se ha debatido durante demasiado tiempo. Más de dos tercios de la población apta para el sufragio acudió a las urnas el 7 de febrero y lo hizo en orden, con paciencia y entusiasmo, aunque en dos o tres centros de votación hubo desbordamientos.

Dos muertos por asfixia y otros tanto en un acto de violencia no fueron suficientes para manchar la jornada de votación. Casos similares se han registrado en votaciones dominicanas y en otros países de más arraigo democrático. Proporción insignificante en relación a la violencia cotidiana que sacude a la vecina nación.

Lo que sí ha arrojado sombras sobre el proceso ha sido la lentitud del cómputo, que no había concluido todavía en la madrugada del jueves, nueve días después de la votación, cuando se proclamó el triunfo de Preval, y todavía se ignoran los resultados para la integración del parlamento llamado a escoger el primer ministro, quien es el responsable de la formación del gabinete de gobierno.

Las denuncias de fraude, poco documentadas más allá de unas cuantas bolsas de votos halladas en basurero, que bien podrían haber sido sobrantes, y la presión de las masas con amenazas de violencia en las calles, también han dejado manchas sobre el proceso electoral haitiano.

La sombra más relevante es que hayan tenido que prorratear los votos en blanco para que Preval alcanzara el 51 por ciento del sufragio, y pudiera ser proclamado presidente, lo que ha dejado margen para los alegatos de ilegalidad que aduce el bloque de partidos que había pactado una alianza en torno al que quedara en segundo lugar para una segunda vuelta el 19 de marzo. Los votos en blanco fueron el 4.67 por ciento de la votación. Parecía más lógico que lo hubiesen hecho con el 7 por ciento de los anulados.

Préval es el presidente

De cualquier forma, con el 48.76 por ciento de los votos era inevitable que René Preval se alzara con la presidencia, superando la totalidad de los alcanzados en conjunto por los demás 32 candidatos participantes, sobre todo cuando el segundo más votado, Leslie Manigat, apenas llegaba al 11.83 por ciento.

Con tales proporciones era una insensatez someter ese país a los costos y riesgos de una nueva campaña electoral, ya que era virtualmente imposible evitar que Preval consiguiera la victoria en la segunda ronda el 19 de marzo. Eso sólo serviría para dividir más profundamente el país en dos bloques, y generar una nueva crisis de ingobernabilidad en el remoto caso de que el segundo pudiera salir victorioso.

Con 49 a 12 por ciento era más imperativo que se reconociera la victoria de Preval que aquí en el 2000 cuando Hipólito Mejía logró el 49.85 por ciento frente al 25 por ciento de Danilo Medina. Otro precedente de sensatez política se registró en Perú en el 1985, cuando Alfonso Barrantes declinó la segunda vuelta con un registro del 24 por ciento frente a un 47 de Alan García.

Fue evidente que la comunidad internacional, presente en Haití con una fuerza militar de intervención, no estaba dispuesta, en tales circunstancias, a correr los costos y riesgos de una segunda ronda que consideraba inútil. Aunque el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza, lo negara, han quedado pocas dudas de que hubo presión externa para la proclama de Preval. Se atribuye al asesor del presidente brasileño Lula Da Silva, Marco Aurelio García, la solución del prorrateo.

Manigat y sus seguidores se aferran al imperativo de la ley, que lo mismo hubiese regido si faltara un solo voto para la mitad del sufragio. El problema se resolvía con el reconocimiento de que ante tales proporciones no había nada que buscar en segunda vuelta, siguiendo los precedentes peruano y dominicano.

En Perú no hubo que presionar a Barrantes, quien era un caballero de la política. Aquí Joaquín Balaguer, quien casi tenía los mismos votos que Medina, forzó el retiro de éste, al dar por elegido a Mejía.

Aparentemente en Haití no pudieron persuadir a Manigat y los suyos de que declinaran a favor de la gobernabilidad.

Aunque aducen que la segunda vuelta fortalecería la institucionalidad y salvaría el respeto a la ley, el bloque en torno a Manigat también reaccionaba frente al chantaje de la violencia puesto en marcha con las masas de seguidores de Preval en las calles. Consideran que la salida fue “un premio a la violencia”, como dijo un destacado intelectual haitiano. También rechazan la presión internacional. La llamada Alianza de los Nueve, que respaldaría a Manigat en segunda vuelta, incluye al candidato que ocupó la tercera posición, con 9 por ciento del sufragio, el empresario Charles Henry Baker, a los partidos que encabezan Serge Gilles, Paul Denis y Evans Paul, así como a la Organización del Pueblo en Lucha OPL que lideraba el fallecido Gerard Pierre Charles.

Hora de la conciliación

Más allá de la legalidad, en las presentes circunstancias Haití pasa necesariamente por una negociación política que permita superar la crisis de las últimas décadas y valerse por sí mismo al margen de los 8 mil 867 soldados y policías y 160 voluntarios de las Naciones Unidas y de los 438 funcionarios internacionales presentes en el país.

A 35 años de la muerte del tirano Francois Duvalier y a 20 de la expulsión del poder de su hijo Jean Claude, Haití ocupado por tropas extranjeras que precariamente evitan el caos, tal vez precise de una transacción al estilo dominicano, que en varias oportunidades, la última en 1994, no respetó la ortodoxia institucional, pero impidió que este país cayera en el abismo y abrió puertas al crecimiento económico-social y al mejoramiento de las instituciones democráticas.

Tal como expresó recientemente el intelectual haitiano Steven Gehy en un artículo publicado en Clave Digital, las expectativas y el alborozo que siguieron al final de la dictadura duvalierista de tres décadas se esfumaron y el resultado es “todo lo contrario de lo esperado: la miseria creció, los pobres se hicieron más pobres y la democracia que se intentó implementar más de una vez, fue constantemente agredida por numerosos golpes de estado encabezados por sectores conservadores y retrogrados”.

El problema haitiano luce más complicado por la extrema precariedad económico-social y por la carencia de fuertes y representativos partidos políticos, lo que explica que los candidatos presidenciales llegaran a 33, después que decenas fueron descalificados al no llenar los requisitos legales. Los protagonismos y ambiciones individuales están por encima de las instituciones.

El secretario general de la OEA, Insulza, y el delegado de las Naciones Unidas Juan Gabriel Valdez, parecieron certeros al proclamar el jueves en rueda de prensa que para Haití ha llegado la hora del diálogo nacional y la reconciliación.

Corresponde a los sectores más esclarecidos de la sociedad haitiana, nucleados en la Alianza de los Nueve, reconocer la realidad de su país con todas sus precariedades  y disponerse a una transacción que abra las puertas a la recuperación de la soberanía y a un cierto orden para, con la ayuda internacional, empezar a recrear la esperanza.

Un gobierno de unidad

En las actuales circunstancias sólo un gobierno de unidad permitiría iniciar la recuperación de Haití. Ya pasa necesariamente por el reconocimiento del relativo triunfo de René Preval, a quien corresponde la iniciativa, hasta para garantizarse un mínimo de gobernabilidad. Jean Michel Caroit, el corresponsal de Le Monde en la isla, cree que es posible porque el presidente electo se lo planteó antes de los comicios.

Un gobierno que incluya a las demás fuerzas concurrentes al proceso político haitiano es fundamental para que Preval pueda gobernar con autonomía del aristidismo. Tiene que tener más disposición a la negociación por la precariedad con que ha sido proclamado presidente. En una segunda vuelta el 51 por ciento podría haberse convertido en 60 o 70 por ciento y entonces hubiese sido más difícil que se aviniera a un gobierno de amplia base política.

No hay que olvidar que los sectores opuestos a Preval estaban enfrentados al caudillo Aristide que había devenido en dictador, y que provocaron su caída hace dosaños, junto a la intervención extranjera. Desde entonces la crisis se agrava sistemáticamente. Evitar que Preval tenga que apoyarse en el exsacerdote, parece fundamental para superar la crisis.

El sistema semi-parlamentario haitiano puede facilitar la constitución de un gobierno de unidad, con una negociación política que determine un primer ministro de conciliación, alguna figura de la intelectualidad o la tecnocracia aceptable para todos y con participación pluralen el gabinete.

La iniciativa de Preval no puede dilatar, ni siquiera esperar la definición del parlamento, para lo cual es casi seguro que habrá segunda vuelta el 19 de marzo.

Debe jugar un papel la mediación de la comunidad internacional, no sólo de las naciones participantes en la fuerza de las Naciones Unidas, sino también los bloques de partidos a los cuales están vinculadas las organizaciones

políticas haitianas. La alternativa sería la profundización  del caos y la miseria que consumen y degradan a la primera nación independiente de América Latina.-

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