Haití en su peor momento

Haití en su peor momento

Tras las últimas devastadoras tormentas, los males tradicionales de la vecina nación haitiana están exacerbados. Más de 3 millones de personas padecen hambre; puentes, carreteras y plantaciones están destruidos. Sólo los países ricos o  la Comunidad Internacional como un todo, podrían dar ayuda satisfactoria a nuestros infortunados vecinos.

República Dominicana, en lo particular, tiene un rol que jugar, y resultó oportuno que el Presidente Leonel Fernández coincidiera antier en Miami con el presidente de Haití, René Préval, y sondearan la posibilidad de que este país, a través de los sectores públicos y privados de ambos, participe en una inmediata agenda de reconstrucción en el devastado territorio de Occidente.

República Dominicana está en un nivel  satisfactorio  de desarrollo en materia de construcción, con disponibilidad de capitales, equipos y tecnologías. Con el respaldo financiero de organismos internacionales y otros Estados,  los dominicanos podrían jugar un rol importante para emprender rehabilitaciones al otro lado de la frontera. El agravamiento de la situación haitiana constituye en estos momentos un factor negativo adicional para nuestra nación, en la que usualmente las desgracias del pueblo vecino repercuten con incrementos de las migraciones ilegales.

Mientras más voces, mejor

Podría aceptarse como válido que, de primera intención, los resultados de cualquier debate público pero “extra Congreso” que se suscite sobre la proyectada reforma constitucional no sería de obligatoria aceptación en el cuerpo legislativo. Pero no es cierto que el tema en cuestión esté agotado para la opinión pública. Todo lo contrario: ahora es que falta analizar el proyecto enviado por el Poder Ejecutivo y cualquier  otro que sea presentado por partidos o legisladores de oposición.

Entre lo consensuado  con sectores de la sociedad y lo que el Presidente Leonel Fernández envió a las cámaras existen  diferencias y agregaciones controversiales. La  sociedad no podría favorecer una nueva ley fundamental sin dilucidar  sus alcances. Los legisladores tendrán la última palabra pero la nación, con el mayor número de voces posible, tendrá que ser escuchada por ellos.

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