¡Haití, Haití!

¡Haití, Haití!

El terremoto que afectó la isla nos golpea de tal manera que debemos analizar, discutir, decidir y ejecutar un programa de prevención a corto, mediano y largo plazo.

Leemos, vemos y escuchamos la movilización nacional debido a la tragedia que afecta al pueblo hermano pero ¿cómo nos preparamos para una emergencia similar, que puede ocurrir cualquier día?

Desde décadas atrás el ingeniero Rafael (Fellito) Armando Corominas Pepín advierte que, debido a una secuencia registrada históricamente, aquí debe repetirse un terremoto por  lo menos igual al peor que hayamos tenido: el peor, el de 1946, fue de más de 8 puntos en la escala de Ritchter.

Dado que tenemos una gran abundancia de escaseces, debimos comenzar ayer a prepararnos para ese gran terremoto que científicos como Fellito, Romeo Llinás, Rafael Osiris de León y otros, han advertido que ocurrirá sin previo aviso.

Lo de Haití viene como una ola con flujo y reflujo a parar a esta orilla de la isla. Ello, desde que la historia registra la llegada de intrusos que se asentaron al oeste de la isla, siglos atrás.

Los hechos no permiten la posibilidad de equivocación: Haití quiere la isla y Haití lucha y ha luchado, de una u otra manera, por tener toda la isla.

Creo que el escudo de Chile tiene esta inscripción: por la razón o por la fuerza.

Parece como si este no fuera el momento de recordar los problemas que desde siempre afectan las relaciones dominico-haitianas. Pero, cuando uno ve que un terremoto tan terrible como el que afecta al pueblo haitiano traslada el problema para acá, hay que convenir en que se requiere de reglas que se cumplan para que sea posible la convivencia sin mayores roces.

Ante la tragedia haitiana ¿qué hacer? ser solidarios, como antes otros lo han sido con nosotros.

Pero el peso de los problemas haitianos es tan grande que no podemos cargar con ellos porque no tenemos vocación suicida. La tragedia hace flotar las necesidades haitianas que nosotros no podemos solventar.

Aquí tenemos los mismos problemas: falta de empleos, insalubridad, inversión deficiente en educación, empobrecimiento de los suelos, baja productividad en la agricultura, en la pecuaria, en la silvicultura, deficiencia de viviendas adecuadas y paro de contar.

Lo que ocurre hoy debe ser tomado como punto de partida para prevenir, para que estemos preparados cuando se produzca lo que parece inevitable.

El cuidador de ovejas gritaba: ¡el lobo¡ y ante la movilización se reía, era un gozar, un chocheo, hasta que llegó el lobo y se comió a él y varias ovejas.

Nada más, por hoy.   

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