Hace ya varios años que escribimos en este diario que nos abocamos a una fusión o unificación de las Repúblicas de Haití y Dominicana, ante el flujo de haitianos ilegales que cruzan impunemente la frontera, no obstante existir un cuerpo élite, el CESFRONT, que al parecer ha sido permeado como casi todo en nuestro país, por la galopante corrupción que arropa la geografía de la isla, tanto de aquel lado como del nuestro.
Habíamos señalado, cómo en comunidades enteras, sobre todo en lugares donde se efectúan labores agrícolas o de la construcción, la mano de obra haitiana constituía la principal y también los ciudadanos haitianos eran preponderantes. Mientras tanto, nuestros campesinos y obreros les dejan el campo libre ante el empuje y las necesidades de los nuevos ocupantes, muchos de los cuales vienen con sus amigas o esposas y engendran hijos, que según el “loado” proyecto de naturalización; con su inscripción en las oficinas del Estado Civil, se convertirían en tan dominicanos como el que más.
La Dirección General de Migración ha votado un Reglamento de difícil aplicación, ya que es muy complejo controlar los jornaleros a destajo, que se mudan con facilidad asombrosa cuando encuentran ventajas en otro tipo de labores o de patronos complacientes. Además, como la mayoría no tiene actas de nacimiento, los ilegales adoptan el nombre que les resulta más sonoro o conveniente. Así encontramos obreros clandestinos con nombres de célebres artistas, de destacados beisbolistas o de connotados políticos, sin que el empleador les pueda objetar dicho apelativo, por carecer de una base jurídica que le permita hacerlo. No obstante lo anterior, en el Régimen Especial sobre Naturalización de hijos de extranjeros inscritos de manera irregular en el Registro Civil Dominicano, se obviarán disposiciones legales vigentes para ser complacientes con el clamor de la comunidad internacional.
Haití es un estado casi fallido, pero tiene un cuerpo diplomático más experimentado, hábil y depurado que el nuestro, que se ha dejado chantajear sin saber que, al admitirlo, estamos afilando el cuchillo para nuestra garganta. Estos inútiles diálogos entre nuestros dóciles y sumisos representantes no han hecho otra cosa que darnos la razón. Para qué sirve tener un abultado y desfasado cuerpo diplomático, pleno de hijos de políticos arribistas o favorecidos por el gobierno de turno, verdaderas “botellas” por no llamarlos botellones, que en su mayoría, por no decir la casi totalidad, nunca han leído un manual de Derecho Internacional que los ilustre en las funciones que desempeñan. (Algo muy similar a nuestros legisladores).
Alguien expresó que los dominicanos debemos luchar porque Haití sea reconstruido para ver si se levanta como el ave fénix y sus habitantes permanecen en ese país en donde la vegetación ocupa solo un 5% de su territorio. Lo peor del caso es que, habiendo devastado su país, ahora pretenden hacer lo mismo con el nuestro. Las imágenes aparecidas en los diarios en donde se embarcaban en el Lago Azuei cientos de sacos de carbón con destino a Puerto Príncipe, demuestran una vez más que la línea fronteriza solo existe en el mapa general de la isla.
Los funcionarios haitianos han sido altamente motivados por los que se denominan sus aliados; léase, Estados Unidos de América, Canadá, Francia, Cuba, Caricom y ahora para colmo, se les agregó la República Bolivariana de Venezuela. Sin embargo, estos países se oponen y le recriminan a la República Dominicana en materia de nacionalidad e inmigración, que sean deportados como ellos actúan en casos similares. Eso en idioma llano significa “coger piedras para los más chiquitos”. El asunto es que estos aliados interesados, solo desean que los haitianos vengan y sean acogidos en Dominicana, ya que cuando en su desesperación por salir del estado abortado que constituye su país, se embarcan con destino a los EE. UU. o Puerto Rico, donde serán arrestados y regresados, y si por algún desperfecto de la embarcación ésta recala en una de las islas inglesas, sus autoridades los apresan y los devuelven custodiados a su país. Esto para sus defensores en el CARICOM o el CARIFORO se denomina: SOLIDARIDAD con Haití.
Existe una mínima oportunidad para librarnos de esta fusión, que por lo disímiles de ambos pueblos, será como la unión de “maco con cacata”. Consistente en ayudarlos materialmente, construyéndoles hospitales –no una universidad como les edificó el ex presidente Fernández– casas de bajo costo y zonas francas igual a la del poblado de Juana Méndez. Asimismo, carreteras como las que construyen varios ingenieros dominicanos y, sobre todo, un puerto para que embarquen su producción, tanto agrícola como industrial. Si actuamos así, la unión se alejaría y posiblemente cuando ellos sean autosuficientes, se olviden del lado Este de la isla, la cual siempre han pretendido que sea una e indivisible.