Haití, nueva vez

Haití, nueva vez

¿Es responsabilidad nuestra la situación de deterioro constante de Haití? ¿Nos toca resolver los problemas del vecino, si tenemos problemas insatisfechos?
Cuando uno de los siameses presenta problemas de salud insolubles, se operan para separarlos y que se salve el que goza de buena salud. ¿Cómo debemos ver, actuar y proceder ante y con Haití?
Independientemente de los problemas, sufrimientos ancestrales, hambre secular, falta de fuentes de trabajo, falta de educación básica y medioambiental, que empuja a la deforestación sin conciencia, para quemar carbón una vez sin preocuparse por sembrar un árbol.
Una sociedad y un pueblo despreciado por sus clases ilustradas y económicamente poderosas, aherrojada antes con grilletes, ahora con el sometimiento al hambre, a vivir sin esperanzas, a vegetar como animales no deseados.
Una sociedad donde el único desahogo permitido, deseado, practicado, es el sexo sin responsabilidad. Un pueblo que no revisa las axilas del recién nacido para comprobar si algún niño nace con el pan debajo del brazo, que el pan nuestro de cada día hay que fajarse para ganarlo con sudor. Un pueblo cuya esperanza, como dice el viejo refrán, era verde y se la comieron los burros. Un pueblo cuya tierra arrasada por la indiscriminada tala de árboles y la inexistente voluntad de reforestar lo somete a multiplicar una y otra vez el hambre y las enfermedades.
Ese pueblo se inventó la absurda y estúpida conseja de que República Dominicana había iniciado una invasión a su territorio, so pretexto de custodiar los medicamentos, ropas, alimentos, madera, zinc, clavos, alambres, equipos pesados, obreros y operarios que, en una operación multimillonaria, el gobierno dominicano dispuso enviar centenares de camiones cargados de todo tipo de ayuda para los damnificados del huracán Mathew.
Siempre es bueno, ante una situación como esta, preguntarse como mi ahijada Carolina Bonó, cuando era niña y veía un monstruo en la televisión para determinar si se preocupaba: ¿papi, papi, a quién se come?
¿Quién y con qué objetivo azuza a turbas, muy bien organizadas y audaces, a impedir el paso de los camiones cargados de productos para la venta en Haití, productos que, por demás, los haitianos no son capaces de producir?
¿Habrá una mano maestra que se ocupa de fomentar disturbios para encarecer productos que tiene en sus almacenes? Tan pronto se retiraron los militares dominicanos que custodiaban las cargas, surgieron las turbas.
Creo que, con dicen los jóvenes de hoy, se le puede decir a los haitianos, se pasaron.
Como dice Hipólito, el gobierno debió volcar toda esa ayuda para la región Enriquillo, afectada desde siempre por inundaciones que afectan cultivos, viviendas y crianzas.
¿A santo de qué tenemos que aguantarles tantas vainas a los haitianos? Con Haití, hace rato que estamos haciendo el ridículo.

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