El conflicto es histórico, territorial, racial, étnico, cultural durante siglos. Actualmente, es un conflicto estructural, internacional, y varias formas conceptualmente tipificadas por la Sociología, la Antropología y disciplinas afines.
Lo principal, desde luego, es lo estructural, porque refiere a los grupos dominantes en RD, Haití, USA y varios otros actores interesados. En RD, lo más patente es la contradicción entre los problemas que genera la inmigración desordenada e indocumentada, con empresarios de la construcción, productores agrícolas de arroz, banano y otros ramos, que dependen de la mano de obra haitiana, lo cual expone a las autoridades de RD al ridículo papel de “amagar y no dar”, de expatriar indocumentados y permitir su reingreso clandestino con la triste complicidad de los que vigilan la frontera.
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Desde luego, los intereses de las potencias mundiales, principalmente USA, se inclinan hacia la fusión de estas dos minúsculas naciones, ocupadas por Haití y USA en varias ocasiones, siendo USA responsable de la mano de obra en el campo azucarero y bananero en este y otros países de la región. Solamente los patriotas y los llamados “gavilleros” no se plegaron a la voluntad extranjera a principios del siglo 20, siendo los sublevados exterminados y sustituidos por haitianos.
El conflicto es estructural, o sea, vital, porque están en juego los intereses de los grupos de poder, económicos y políticos, nacionales e internacionales.
Este tema, que debe ser el centro del análisis, se complejiza cuando regresamos al contexto histórico y etnológico, ya que hay una larga historia de conflictos territoriales, unas 14 batallas de independización, entre estos dos países, que ya superpoblados, ocupan un territorio isleño, con pocas posibilidades de migrar hacia otras latitudes.
Está y estará siempre de fondo el problema etnológico. Se trata de dos naciones radicalmente diferentes, en lo cultural y particularmente en lo religioso. Habría menos complicación si los haitianos fueran culturalmente cristianos; ocurre que existe una mezcolanza muy compleja en el mundo espiritual haitiano, que incluye legados de docenas de tribus, con variantes del vudú y otras formas de espiritualidad de origen africano.
Los dominicanos, por su parte, son culturalmente cristianos, católicos, protestantes o alguna versión criolla que toma de los uno y lo otro, como también se inclina a la apatía religiosa y al relajamiento de las costumbres tradicionales y la adquisición de patrones culturales “modernos”.
Lo más crítico de lo que está en juego en el conflicto potencial y actual entre dominicanos y haitianos, y entre dominicanos y fuerzas y entidades intervencionistas, es la identidad nacional de los dominicanos.
Lo más crítico no sería un conflicto o problema territorial; haitianos y dominicanos conviven en restringidos contextos. El problema es fundamentalmente étnico e identitario. Y peor, con idiomas tan distintos no son capaces de comunicarse entre sí. No existe manera de mezcolanza masiva entre haitianos y dominicanos.
El conflicto que he pronosticado, con apoyo de fuerzas e intereses extranjeros, sería masivamente letal para ambos.
Tampoco sería fácil y tomaría tiempo vivir sin los haitianos.
Los dominicanos nunca aceptarán ese “arroz con mango”.