Haití-República Dominicana

Haití-República Dominicana

La situación haitiano-dominicana es de una gravedad tal que mucha gente escucha el sonar de los tambores, que precedió a la tierra arrasada con la que Haití trazó su destino al desarrollar el subdesarrollo a cambio de una libertad y una soberanía mediatizada.

No bastan las palabras para entender que Haití se recuesta de la República Dominicana y nos culpa de sus problemas como si fuésemos nosotros los causantes de sus desgracias.

A todo esto, la República Dominicana asume una actitud de defensa vergonzosa frente a los vecinos del oeste que siempre, siempre, han encontrado genialmente la forma de echarnos la culpa de sus problemas, de sus carencias, de que Haití no tiene tierra para cultivar y poco falta para que también nos endosen ese problema.

Una gran parte de la culpa de que viva en nuestro país una cantidad sin cuenta de haitianos indocumentados e ilegales, es la avaricia de grandes capitalistas, quienes desde finales del siglo XIX comenzaron a importar pequeños grupos de haitianos para que trabajaran en el corte de la caña.

Es verdad que nos cogen de pendejos cuando tergiversan el origen de esa población, que sirve como un peso muerto para la mayoría de los dominicanos, mientras los arroceros, los cañicultores, los industriales de la construcción, los dueños de las vaquerías, ríen con la muela de atrás cuando obtienen mano de obra barata abundante y sin voz.

Hay una combinación malsana que afecta la sociedad dominicana en beneficio de algunos capitalistas cuya única misión en la vida es hacerse de más dinero, como si los fueran a enterrar con sus fortunas o les sirvieran para luego de sus muertes.

Los haitianos han resultado más inteligentes que nosotros, nos han creado una crisis de proporciones desconocidas mientras nos mantienen política y diplomáticamente a la defensiva.

Usan el color de su piel, el sufrimiento de su pueblo y sus precariedades para beneficio de la élite que los explota con tanta crueldad como la de los colonos franceses que fueron barridos del territorio haitiano a finales del siglo XVIII.

La filosofía de la dominación fabrica causas y efectos que, como fuegos fatuos, engañan a tantos tontos, que aquí estamos enredados en las patas de los caballos por efecto de países aliados a los haitianos que se han convertido en permanentes atacantes de los dominicanos, de la dominicanidad y de la soberanía nacional.

El narigón que emplean los haitianos y sus aliados criollos se divide en dos: por un lado los supuestos abusos contra los derechos humanos de los haitianos ilegales y por el otro insoportables restricciones al comercio binacional.

Y uno se pregunta ¿Es que tenemos que soportar los desplantes de los haitianos como si fueran otro gobierno dominicano malo y abusador?

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