Haití: tragedia anunciada

Haití: tragedia anunciada

UBI RIVAS
Al cumplirse el 04 del presente mes de octubre 68 años del inicio de lo que se denomina en la jerga popular como “el corte haitiano”, an alusión a la censurable orden del generalísimo Rafael Leonidas Trujillo de eliminar la presencia de la mayor parte de los haitianos ilegales residentes en nuestro país, el momento actual es sumamente peligroso y asaz comparable con el de 1937.

En la jornada sangrienta de ese año, entre 3-5 mil ciudadanos haitianos fueron eliminados tanto por tropas regulares de las FFAA como por turiferarios enardecidos por no un arranque de patriotismo, sino como una forma de congraciarse con la gracia del déspota, eso sí, respetándose la vida de los haitianos que laboraban en el corte de la caña de la entonces South Porto Rico Sugar Company, luego Gulf & Western y hoy Central Romana Corp.

Hoy la situación que nos enfrenta con Haití es muy similar a la de ese fatídico 1937, cuando advertimos que hay una ilegal, silenciosa y detonante presencia de nacionales haitianos residiendo en nuestro territorio, que algunos estiman en medio millón, otros en más de uno y otros más sobre dos millones, pero que cualquiera de las cifras estimadas, sobrevalúa en mucho la tolerancia y/o capacidad de tener extranjeros indocumentados en nuestro suelo.

Nuestro país ha sido inclusive sentado en el banquillo internacional de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que sesiona en San José, Costa Rica, donde se nos condenó a un pago de US$22 mil acusados de racismo, hilvanado por organizaciones ONG’s y apuntalados por el frente de naciones ricas que no contribuyen en nada a superar las gravísimas dificultades internas de Haití, y que son Estados Unidos, Francia y Canadá.

Esa política de los tres países ricos mencionados es una consecuencia de que acordaron que nuestro país sea el área donde se desplacen ciudadanos haitianos, no en los suyos, para así por el llamado espacio vital, solucionar el problema de hacinamiento y oportunidades económicas de haitianos que no tienen en el suyo.

Hay en pleno apogeo una campaña sucia orquestada por elementos vinculados con la fusión de la isla Saint Domingue no en un solo Estado, pero sí en una sola etnia, para lo cual esgriman denuncias de malos tratos de ciudadanos y autoridades dominicanas contra nacionales haitianos residentes ilegalmente en nuestro territorio, que exigen inclusive la expedición de actas de nacimiento a vástagos haitianos nacidos en condición de indocumentados en nuestro territorio, ambos casos, inadmisibles por su vileza e inconstitucionalidad.

El periódico El Nacional graficó ampliamente esa situación, inclusive donde se refieren a ciudadanos haitianos que han perecido en nuestro país por acciones de dominicanos, en su edición del día tres del presente mes de octubre.

El primer ministro haitiano Gerald Latortue manifestó su interés de conversar con el presidente Leonel Fernández sobre el tema de los ilegales en su país en el nuestro, cuando no hay nada de que hablar, sino simplemente que nuestro gobierno aplique rigurosamente la ley 237-04 que regula todo lo concerniente a la política migratoria del Estado dominicano, y el resto es bla, bla, tonterías, sandeces y pérdida de tiempo, mientras el problema de invasión pacífica ladinamente gestado, gana todo el tiempo que quiera asignársele.

Nadie en sus cabales aspira a la repetición de la barbarie de 1937 ni anida tampoco sentimiento anti-haitiano por los graves percances y/o enfrentamiento pretéritos que hemos tenido con Haití, porque vivimos no de pasados, sino de presentes, los hombres como los países.

Pero de que la situación está explosiva, a la vuelta de la esquina, de producirse en un paraje cualquiera que un grupo de dominicanos elimine a otro grupo de haitianos, a nadie le deberá sorprender cualquier día de estos.

El Nacional del día cuatro del presente mes insertó un cable noticioso de EFE fechado en Sarajevo, antigua Yugoslavia, donde pormenoriza del hallazgo de una fosa común de 235 personas, de más de ocho mil que fueron asesinadas en el  asalto de los serbio-bosnios a Srebrenica en 1995. Evitemos que eso ocurra aquí.

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