Haití y el perro

<P>Haití y el perro</P>

Lamenté que mi escrito del 13 de enero coincidiera con la desgarradora noticia del terremoto en Haití, ya que el enfoque humorístico de la inmigración haitiana hacia República Dominicana no era tema oportuno junto a la tragedia, pero ni yo ni el periódico adivinamos catástrofes y no creo viable que por un simple artículo de opinión se detenga la publicación luego de diagramada e impresa.

Cualquiera que sea el parecer del público sobre la inmigración haitiana, es incuestionable que, para los países ricos, dueños del mundo, Haití ha sido como los “trapos sucios” que ninguna familia quiere exhibir, a imagen y semejanza de las aldeas africanas que se colocan en primeros planos solamente si la sangre nativa corre como los ríos y las noticias aumentan la venta o publicidad de algunos medios de comunicación y en Haití la desgracia ha sido como el perro travieso que corre entre los invitados con el trapo entre los dientes esparciendo el desagradable olor y la apariencia que se quieren ocultar.

Ahora, junto al asombro, la comunidad internacional repite la frase “el país más pobre del hemisferio”, dato que no recuerdan cuando deben repartir riquezas o ayudas porque aparentemente los haitianos no tienen cómo pagar préstamos e intereses a las grandes corporaciones financieras internacionales.

Las grandes potencias tienen una gran oportunidad para demostrar sinceridad en sus discursos de solidaridad, dándole ahora a los haitianos y manteniéndoles después, los recursos necesarios para un desarrollo sostenido, un mejor destino, con características humanas y una real inserción en el mundo actual o seguirán viendo catástrofes que actúen como perro imprudente que saca los trapos sucios de la comunidad internacional.   

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