Haití y el vacío de autoridad mundial

Haití y el vacío de autoridad mundial

Sin ninguna intención de ningunear a los comentaristas que han tratado el caso de Haití y el sismo del 12 de enero, mientras recordábamos la inmolación de “Los Palmeros”, cuando hablan de las condiciones sociales y políticas de nuestros vecinos e insisten en el vacío de autoridad en dicho país.

Mi punto es que en la presente coyuntura, quién ha fallado es la comunidad internacional que no ha estado preparada para cumplir funciones “ejecutivas” a nivel multinacional, ya que la concepción de la “soberanía nacional” a partir de la Paz de Westfalia (el acto de reconciliación luego de las guerras de religión en Europa y que impuso los conceptos racionalistas de Grocio en sustitución del orden medieval de corte agustiniano vigente hasta entonces) y que en un artículo de mi amigo Agustín Ferrer en el Diario ABC de Madrid se reconoce una nueva modalidad: la  “soberanía compartida”, que emerge para justificar el nuevo orden internacional.

Es más, Naciones Unidas es fruto de la limitación de la creación de un organismo que no es supra-Estado, porque dicho organismo no es el equivalente a un Gobierno Mundial, sino que es una estructura sujeta a una Asamblea General compuesta por las naciones miembros y, principalmente, a un Consejo de Seguridad –formado por las naciones triunfadoras de la Segunda Guerra Mundial.

Por lo tanto, el desorden en la ayuda internacional hacia Haití se quedó corto frente al desborde de los vecinos que espontáneamente y con mucho riesgo, asistimos a la población de Puerto Príncipe y de Jácmel, porque no hay autoridad mundial. Si se va a programar un organismo de canalización de la ayuda a mediano y largo plazo (se habla de diez años) y que ésta se va a motorizar en República Dominicana, me apresuro a sugerir que República Dominicana nombre a un “Alto Comisionado” con funciones ejecutivas de cara a las instancias internacionales de esta ayuda.

Este “Alto Comisionado” debe ser una mezcla de Canciller, Planificador y Consejero que, con la mayor humildad respete la soberanía haitiana, pero que garantice la mayor pulcritud y eficiencia en lo que a la parte dominicana corresponde.

En un principio, la necesidad de este super-especialista es para que se dedique en cuerpo, alma y corazón a la tarea de coordinar y coordinarse con la comunidad internacional. Es el mejor aporte que podemos hacer los dominicanos para que se instaure la “autoridad” necesaria en el nivel multinacional.

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