Haití y la denuncia de Aristide

Haití y la denuncia de Aristide

ADOLFO MORETA FELIZ
En la edición del 20 de abril el periódico Hoy publicó un cable de la agencia AP fechado en Pretoria, donde reseña declaraciones de Jean Bertrand Aristide denunciando que “Estados Unidos y Francia están orquestando un holocausto contra los negros de Haití en el que han fallecido más de 10,000 de sus partidarios… Que miles de Lavalas están en la cárcel… miles y miles en el exilio y ocultos”. Surgen las naturales interrogantes. ¿Es cierto lo que denuncia el ex-presidente haitiano? ¿Dónde se ocultan y están exiliados sus seguidores? ¿Como está estructurada y opera la Familia Lavalas en la República Dominicana? ¿Y sus adversarios? Desde República Dominicana salieron los rebeldes que dieron al traste con la “renuncia” del presidente constitucional de Haití.

Las declaraciones de Aristide  han sido interpretadas por muchos dominicanos como un resabio del ex-mandatario contra Estados Unidos y Francia, naciones a las que considera responsables de su derrocamiento. Pero, la denuncia, no puede ser tomada como un simple encono fruto del resentimiento. Más que una expresión de resentimiento, es una advertencia para ser ponderada dado los precedentes en otras naciones y regiones del planeta con complejidades étnicas, políticas y sociales similares a las de Haití. Y por las consecuencias negativas que sucesos de esa naturaleza causarían en la República Dominicana.

Más de medio millón de tutsis y hutus murieron en Ruanda en la primavera de 1994 en una de la limpieza étnica más horrenda del siglo XX. En 1998 en Timol del Este, un tercio de la oblación perdió la vida en los acontecimientos que transformaron el estatus político y cambiaron la soberanía de esos territorios. En los Balcanes, aún no se ponen de acuerdo sobre la cantidad de muertos y familias desmovilizadas de sus hogares. En Colombia y la Sudamérica andina…

Como resultado de una visita de observación en Haití durante la segunda semana del mes de abril, Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz (1980) opinó lo siguiente: “En la medida que hubo un gobierno que fue derrocado por un golpe de Estado en el que participaron Estados Unidos, Francia y Canadá, la misión de estabilización pasa a ser tropa de ocupación… se violentan constantemente los derechos humanos. Mientras Francia y Estados Unidos dicen que no hay presos políticos, nosotros pudimos confirmar que hay más de 3,000…. Cualquier gobierno que surja de las elecciones prevista para noviembre va a quedar sometido bajo las condiciones que imponga Estados Unidos”.

La presencia de la Misión para la Estabilización de Haití (MINUSTAH), está pautada a permanecer en territorio haitiano hasta concluida las elecciones. Algunos países han expresado la intención de retirar de manera unilateral sus soldados por el incumplimiento de la ayuda económica y humanitaria prometida. Esa actitud de la comunidad internacional es sistemática. Se repite la misma historia de otros lugares con secular pobreza y extrema violencia. La renuencia a invertir en infraestructura de desarrollo ha sido una constante por los países ricos “amigos de Haití” durante más de un cuarto de siglo. Paralelo con esa desidia y después de “sutiles” circunstanciales momentos de instigación, casi siempre sobreviene la desbordada violencia.

Por ejemplo, mientras se mantiene en prisión a Yvon Neptune y a miles de miembros de Lavalas, se libera en forma colectiva a los condenados por la masacre cometida en el año 2000 contra los partidarios de Aristide. “Ingenua y sana” decisión como esa, se convierte en soterrado detonante de explosión catastrófica. ¿Quiénes influyeron para la liberación de los condenados por la matanza del 2000? ¿Hacia cuál país irían los actores en condiciones de refugiados huyendo de las represalias recíprocas?

Se recordará que en la investigación posterior al genocidio en Ruanda, el jefe de la Misión de las Naciones Unidas para la Paz (MINUAR), declaró que mucho antes de la masacre había informado tanto a la ONU como al Pentágono que se gestaba un genocidio. Las tropas de paz de la ONU fueron retiradas previo al derramamiento de sangre. También se comprobó, que los hechos estuvieron instigados por activistas belgas, franceses, y religiosos católicos que incluso participaron directamente en las acciones de exterminio.

Con el programa de bombardeos de la OTAN a las posiciones Serbo-Bosnia, se internacionalizó el conflicto armado en toda la zona de los Balcanes en proporciones insospechadas. Las cifras sobre la cantidad de muertos y familias desmovilizadas todavía son preliminares. Pero un solo año, nos da una idea de los devastadores estragos causados. Se estima que de los 650,000 inmigrantes que llegaron a la Unión Europea en el año 2000, aproximadamente el 45% eran provenientes de los países de la zona de los Balcanes. Según algunos analistas, esa región “quedó como en la edad de piedras” por las secuelas de muerte y destrucción. El dolor y la desolación, es el medio de cultivo más convincente para un “voluntario” razonamiento lógico.

Después de derrocado Slobodan Milosovic y haber capitulado Belgrado, el entonces secretario general de la OTAN George Robinson, reunidos en Pristina con dirigentes serbios, albaneses y kosovares sentenció: “Hay que establecer una sociedad multiétnica libre y democrática… es muy importante que los políticos establezcan la tolerancia entre sí”. La región de los Balcanes está siendo reconstruida fundamentalmente por la economía angloamericana. ¡Territorio conquistado!

El esquema en Haití debe variar. Debe ser inverso. Primero proveer alimentos, medicinas, escuelas, invertir en obras de infraestructuras obviando toda instigación de violencia. Que las inversiones sirvan para unificar a los haitianos sin necesidad de seguir contando las víctimas. Y obviamente, para prevenir que el conflicto no se prolongue al territorio vecino. La denuncia de Jean Bertrand Aristide, amerita ser sopesada y discernida con meticulosa conciencia por los dominicanos.

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