Haití y nosotros

Haití y nosotros

LEANDRO GUZMÁN
Cuando uno echa un vistazo a los problemas internacionales, a veces nos preguntamos las razones que tienen algunas voces para proclamar que la República Dominicana no tiene que cargar con los problemas haitianos, una forma de justificar sus afirmaciones de que quienes tienen que hacerlo son Estados Unidos, Francia y Canadá. En su discurso generalizado, afirman que «la comunidad internacional» es la que tiene la responsabilidad de lograr que Haití se encamine por una senda democrática, con elecciones libres y todo eso.

Hay que decir claramente que la República Dominicana si tiene que tratar de ayudar a solucionar los problemas haitianos, que colateralmente les afectan más de lo que muchos suponen. Los dominicanos no podemos apelar a un serrucho para dividir la isla que compartimos con Haití, lo que sencillamente quiere decir que es necesario buscar fórmulas que contribuyan a una coexistencia pacífica entre las dos naciones.

La tarea de ayudar a Haití, hay que reconocerlo, no es fácil, pues allí existe un caos que ha impedido la viabilidad de un Estado moderno. Ese caos se refleja no solamente en la falta de funcionalidad de las instituciones, sino también en el comercio y el turismo. Los empresarios extranjeros no tienen garantías de que sus inversiones están garantizadas, ni los turistas pueden arriesgarse a visitar un país donde hay un desorden permanente.

Esta visión pesimista, sin embargo, no debe ser motivo para que en la agenda dominicana no se incluya a Haití como un problema de alta prioridad nacional.

En primer lugar, desde el punto de vista económico, Haití es el principal mercado de nuestros productos, después de los Estados Unidos.

En segundo lugar, la realidad es que todo lo que pase en Haití, de alguna forma nos afecta. Solamente hay que comprobar que cada vez que en Haití se producen problemas, las autoridades de uno y otro lado disponen el cierre de la frontera, con lo cual se obstaculiza el normal desenvolvimiento del comercio, en perjuicio de ambas partes.

Ese cierre de la frontera, por cualquier razón y durante los días que se mantiene, únicamente favorece a los contrabandistas, que logran «pescar en río revuelto», a pesar de la vigilancia militar casi siempre vulnerable, como lo demuestra la reciente tragedia en que murieron 25 haitianos que trataban de llegar a la República Dominicana en una furgoneta cerrada, sin ventilación alguna, en la creencia de que en nuestro país encontrarían un mejor destino.

Este es el momento de buscar una solución a los problemas políticos y económicos haitianos.

Se nos ocurre que en la misma forma en que el presidente Leonel Fernández convocó a los embajadores dominicanos en el extranjero para instruirles sobre su aparentemente nueva política exterior, el Jefe del Estado debería hacer lo mismo para analizar y proponer soluciones a la crisis de Haití.

Nos atrevemos a sugerir la convocatoria de un Foro Internacional sobre Haití, en el que también participen no solamente diplomáticos, sino agentes de las diversas agencias internacionales de desarrollo, que mucho pueden aportar para el logro de las metas propuestas.

El Consejo de Seguridad de la ONU se ha limitado a hacer declaraciones diplomáticas, sin plantear soluciones concretas que permitan el inicio de un proceso de democracia y desarrollo en Haití. Mientras esto no suceda, la República Dominicana seguirá afectada por la migración ilegal y el tráfico de drogas y de armas. La droga, en su mayor parte, va a parar a los Estados Unidos y las armas a los delincuentes dominicanos.

La ocupación en Haití por tropas militares de las Naciones Unidas no ha creado las condiciones para eso. Es lo contrario, pues lo que ha hecho es aportar militares de diversos países, que son los que dan la cara por los Estados Unidos. Con algunas diferencias, el caso se puede comparar a lo que ocurrió en la República Dominicana durante la guerra civil de 1965, durante la cual se creó una llamada Fuerza Interamericana de Paz (FIP) pues en aquella ocasión sí hubo tropas norteamericanas.

Hoy día, esa fuerza no se llama FIP, sino Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (Minustah).

Es una subestimación de la inteligencia de los amantes de la libertad la afirmación del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que recientemente debatió la crisis de Haití y afirmó que en una declaración: «El Consejo de Seguridad está profundamente preocupado por la posibilidad de que continúe la violencia en Haití y reconoce el llamamiento en pro de una acción internacional en Haití. El Consejo considerará con urgencia las opciones de actuación internacional, incluida la de una fuerza internacional en apoyo de un arreglo político, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas». Uno se pregunta, ¿no es acaso una fuerza internacionales de ocupación lo que hay en Haití actualmente?

La idea de un Foro Internacional sobre Haití está lanzada. Los que tengan autoridad para convocarlo tienen la palabra.

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