Haití y nosotros

Haití y nosotros

Haití y República Dominicana, como inquilinos de la isla Hispaniola, son citados en el más reciente informe del Departamento de Estado como elementos claves en el tráfico de drogas desde Sudamérica hacia Estados Unidos y Europa.

Se ha citado como catalizadores de ese problema la debilidad del Gobierno dominicano y la corrupción que predomina del lado haitiano.

Haití, por muchos años desorganizado y afectado de una debilidad institucional crónica, con grupos antagónicos que se han repartido a la fuerza cuotas de poder, es aprovechado por el tráfico internacional de drogas como una especie de depósito de distribución en el Caribe.

La República Dominicana, por el otro lado, con instituciones democráticas firmes pero con limitaciones económicas, no está en condiciones de sellar la frontera para contener la inmigración de indocumentados e impedir la depredación de sus bosques y el contrabando, y por las mismas razones, por más que se esfuerce, no podría garantizar control absoluto del tráfico de drogas y el lavado de dinero.

-II-

Ahora bien, a los dominicanos no sólo nos ha tocado tener que enfrentar la inmigración haitiana y la depredación de nuestros bosques para abastecer a Haití de madera y carbón. Las complicidades a ambos lados de la frontera hacen grandes negocios con el tráfico de carbón, braceros y, no hay que dudarlo, drogas.

Pero si se mira con cuidado el caso haitiano, probablemente haya que llegar a la conclusión de que ninguna nación desarrollada, de América o de Europa, ha ido en auxilio de Haití para hacer posible que allí se afiancen las instituciones, se establezca la democracia y funcione un Estado de Derecho que permita enfrentar, inclusive, el tráfico de drogas.

En las condiciones actuales de Haití, no hay forma de que el Gobierno dominicano pretenda acciones conjuntas para resolver problemas comunes a ambos países, entre ellos el contrabando, robo de ganado, tráfico de drogas y armas e indocumentados. Esa es la pura verdad.

Vandalismo

En Invivienda Santo Domingo se ha estado «yendo» la luz y eso ha enervado tanto a sus moradores que se han desencadenado protestas callejeras.

Como resultado de una de esas protestas, efectuada el viernes, al menos cuarenta vehículos resultaron averiados, con sus cristales destruidos a pedradas, y por lo menos cuatro personas sufrieron lesiones leves.

Que se sepa, ningún conductor o propietario de vehículo averiado en esta protesta tenía nada que ver con la interrupción del suministro de electricidad.

Este acto de vandalismo reniega de los propósitos de la protesta, toda vez que el reclamo de un derecho, como es el de que reciban energía eléctrica los usuarios que la pagan puntualmente, jamás puede ejercerse en perjuicio del derecho de los demás a conservar intactas sus propiedades, en este caso los vehículos que fueron atacados.

Las autoridades represivas tienen que esforzarse por descargar el peso de la ley sobre quienes protagonizan actos de vandalismo como el que estamos comentando.

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