Haitianización del Distrito Nacional

Haitianización del Distrito Nacional

FABIO R. HERRERA-MINIÑO
La feroz campaña desatada por la sindicatura del Distrito Nacional, para acabar con los tradicionales árboles de calles y parques, ha provocado una ardiente reacción de la ciudadanía, que no comprende, ni entiende tal absurdo, a nombre de eliminar especies endémicas y exógenas bajo la excusa que dañan el pavimento de aceras y calles y que no son autóctonas.

El proceso de la sindicatura para haitianizar la capital se inició con fuerza en la zona del Mirador, en que las excusas iban desde aclarar el parque para evitar que los delincuentes se ocultaran para cometer sus fechorías en contra de los caminantes, hasta alegar que muchos árboles provocaban alergias mortificantes a personas expuestas a los mismos.

Mas luego, el proceso de convertir al Distrito Nacional en un Haití chiquito, sin árboles como ocurre en la parte occidental de la isla, se trasladó a las principales avenidas, en donde, aparte de eliminar los árboles se ha procedido a modificar las isletas reemplazando las cunetas y contenes, muchos en buen estado, y las aceras por la modernidad del pavimento de hormigón estampado. A los contenes se les elevó la altura para que los vehículos no se suban en las aceras. Mientras, se procede a la sustitución de la arboleda que existía, con costosas palmas reales, que a un costo muy elevado, se trasplantan desde sus hábitat naturales, para traer a una buena parte de ellas a morir en la Capital por falta del cuidado que requieren esos árboles adultos trasladados para favorecer a los favoritos e innovadores de la foresta trasplantada.

La ciudad, en sus principales avenidas, se está quedando sin sombras, y con el calor del verano, se siente que la canícula es más severa y nos afecta a todos, que unido a la emanación de gases de los miles vehículos en circulación, eleva la sensación térmica por encima, y como cosa normal de la temporada, a los 32 grados centígrados, de manera que el disgusto de la población capitaleña es mayor en contra de la sindicatura, empecinada con increíble tozudez, a acabar con la tradicional arboleda para implantar nuevas especies bajo el predicamento de que sus raíces no son perjudiciales a los pavimentos de aceras y calles.

Ya varios parques y avenidas están repitiendo el paisaje que se presentó en la Capital después del paso del huracán David en septiembre de 1979. Aquella vez la gran arboleda que cubría la ciudad, que era el tinte de orgullo de los capitaleños, desnudó a la ciudad, dejándola a la intemperie hasta que el rebrote natural de los árboles le restauró esas sombras y fresco que tanto benefician a los humanos en nuestro caluroso clima tropical.

La acción depredadora del Ayuntamiento del Distrito Nacional, es un arrebato de la sinrazón e impulsada por criterios alejados de la conservación y protección del medio ambiente, como de la ética, arrastrando temores de que en el país son normales los negocios que se realizan a la sombra del oficialismo de turno, beneficiando a los promotores, que apoyándose en el mejoramiento del medio ambiente a una ciudad, se ve asediada por los que buscan la realización de los más variados negocios, que al final de cuentas lo pagan los contribuyentes, acosados en estos tiempos por una rigurosa persecución fiscal, que no se traduce en mayor calidad de vida para la ciudadanía, manifestándose con el azote de derribar centenares de árboles, como si se tratara de una guerra santa en desarrollo, para salvar la ciudad de sus bosques y sombras.

Las autoridades municipales partieron con el impulso de eliminar árboles, que de seguro se les vendió como la única forma de salvar a la ciudad de la destrucción de sus calles, cunetas y aceras, debido a que las raíces de los árboles estaban ocasionando severos daños a las mismas, lo cual es verdad en muchas avenidas, en especial en la Independencia y en la Bolívar, pero el reemplazo mayoritario con palma real o cana no parece ser lo más lógico y adecuado. No se ponderó su suficiente análisis, sino que con una masiva inversión de dinero en nuevas aceras y contenes, y traída abundante de palmas, se ha beneficiado a contratistas que se reponen de los malos tiempos de las construcciones oficiales. Solo en el Metro hay enterramiento de mucho concreto y no habrá abundantes siembras de árboles o reposición de aceras en las zonas por donde pasará la primera línea del moderno sistema de transporte masivo de pasajeros.

En definitiva, las autoridades municipales del Distrito Nacional, deben dejar de lado su prepotencia y tozudez para escuchar el masivo clamor popular de repudio de sus acciones de haitianización de la Capital que están llevando a cabo, sin detenerse a escuchar, arrollando y destruyendo, como si se tratara de un elefante en una cristalería.

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