La desigual capacidad para generar bienes puede dañar la convivencia entre habitantes diferentes pero ligados por el mismo suelo
A medida que se ensancha la brecha entre los dos países que ocupan la isla Hispaniola, con la parte Oeste atrapada en crisis sociales y de gobernabilidad que espantan el desarrollo, y una parte Oriental que retoma el crecimiento y acierta en el manejo de la pandemia, mayor es la atracción riesgosa que ejercen hacia sus vecinos los 48 mil kilómetros cuadrados y de mejor realidad que ocupan los dominicanos.
La pesimista afirmación de que sigue siendo mayor el número de inmigrantes que fuera de control ingresan desde el occidente que los que las autoridades dominicanas logran deportar, coincide con la impresión -y hasta con cifras de informes oficiales- de que existe una presencia desbordante porque ha cobrado fuerza lo que ahora ocurre por todas partes del mundo: que los desamparados por sus Estados huyen con fuerte impulso cuando sienten el hundiendo de la nave de sus miserias.
Las estadísticas oficiales sobre la presencia de haitianos en el país, tras un estudio demográfico no muy reciente y recibido con escepticismo, la situó en 751,080, dándose el caso de que el último censo aplicado localmente tuvo lugar en el 2010 sin que parezca posible que un empadronamiento llegue a registrar a miles de extranjeros a veces de confusa o ausente identificación y que por nada quisieran aparecer en anotaciones de autoridades a las que siempre suponen intención de deportarlos.
Hasta hace un par de semanas, la Dirección General de Migración había deportado, en todo el 2021, a 31,764 haitianos sin que por ello las zonas de construcciones urbanas de todos los calibres, incluyendo las que son pagadas con el presupuesto general del Estado, siguen pobladas por brazos extranjeros y cada vez menos dominicanos. Sumando a los de ambos nacionalidades en esta la segunda mayor isla del Caribe están cabiendo todavía 22 millones 259,437.
Además, todavía no se han extinguido el gigantesco efecto aritmético de la venta masiva y corrupta de visas para entrar al territorio nacional desde el otro lado de la frontera denunciada el mes anterior, pero como de larga data, aunque las autoridades parece que ya actúan contra el tráfico de pasaportes sellados que sirven para visitar el país y quedarse a vivir en él.
Con los índices demográficos, de comportamientos de las economías y de extensiones territoriales, se pasa a tener una idea de las presiones que sobre los habitantes de una isla de 76,192 kilómetros cuadrados tendrían que resultar determinantes para que la mayoría de los habitantes vecinos a República Dominicana quisieran pasarse hacia ella.
Alivia el saber que en cantidades importantes también prefieran cruzar todas las selvas peligrosas del continente para instalarse en Estados Unidos, Chile, Brasil y Colombia. En algunos de esos destinos encuentran más rechazos que aquí.
La presión es también para la geografía receptora que les queda más cerca y sobre la que se descargan multitudes que tienden a distorsionar críticamente el mercado laboral, que deprime salarios y aumentan la propensión de los dominicanos a pasar hambre, si es necesario, antes que someterse a pesadas y mal pagadas labores urbanas y rurales. Muchos optan también por treparse al ferrocarril de las expatriaciones.
Las llegadas de inmigrantes empujan hacia mayores y onerosos costos al Estado dominicano e influyen en agudas deficiencias para importantes servicios públicos, incluyendo los de salud, elevando la conflictividad por razones culturales y de comportamientos sociales como se demostró un año atrás cuando en densas comunidades barriales con predominio de familias dominicanas de Santiago, de repente surgió un activismo de rechazo con hirientes y racistas proclamas hacia los forasteros procedentes del Oeste.
EL HAITÍ DE AHORA
Con 27,210,995 kilómetros cuadrados menos que República Dominicana, la actual población haitiana, rica en vientres prolíferos, supera con más de medio millón de hombres, mujeres y niños a la nación del este de la Hispaniola. 11.402,533 seres humanos son ellos.
Los demógrafos de organismos multilaterales consideran alta la densidad de población en Haití con 411 habitantes por kilómetro cuadrado y una fecundidad de 2.89 hijos por mujer.
Es un país catalogado sociológicamente como el más pobre de América y uno de los más pobres del mundo con dos quintas partes de los allí nacidos dependiendo de una agricultura de subsistencia y que por tanto resultan muy vulnerables a los incesantes desastres naturales que llegan al suelo que pisan.
Su índice de desarrollo humano fue en el 2019 de 0,51 puntos (bajísimo) y sus peladas montañas de inhabitables alturas que obligan a su enorme proletariado a concentrarse en llanos de pobreza, no dan agrícolamente para mucho por el insignificante uso de agroquímicos y cero riegos y tecnologías.
Comen plátanos, arroz, pollos y hasta afrechos que deberían estar exclusivamente destinados a forraje, porque en su mayoría les llegan de fuera, casi siempre desde el venturoso Este al que pueden recostarse.
Su tasa de mortalidad, que acorta la vida más rápidamente que en otros lugares del continente, es de 8,45%. Los haitianos tienen prisa por vivir y por realizarse antes de que llegue la muerte y en ellos crece el convencimiento de que deben salir de su infierno para lograrlo. Su esperanza al nacer de permanecer en este mundo es de 64,2 años. La de la RD se acerca a los 80.
ASÍ ESTÁ REP. DOM.
Mientras la economía dominicana anda por un crecimiento de 12.7% en este último trimestre del año, los datos preliminares de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) atribuían a la economía haitiana haber caído un 3% cuando todavía no habían asesinado al presidente Jovenel Moise y ya venía de un 2019 en que caminaba por un terreno negativo con una merma de 1,7%.
El país dominicano está históricamente considerado como uno de los principales exportadores de tabaco, azúcar y café en el mundo y en este momento se manifiesta un impulso a la construcción salida del rezago que le imprimió la pandemia.
La comunidad internacional no sale de su indiferencia
Dominicanos han creado miles y miles de empleos en Haití
La industria turística, que muestra un dinamismo sobresaliente en la zona del Caribe, ha sido vista ya por las columnas de las finanzas globales como colocada a la cabeza de la recuperación económica de República Dominicana; y el Bank of America elogió recientemente a este país atribuyéndole estar situado en «la perspectiva económica más prometedora» de América Latina.
La densidad de población de esta parte de la isla es de 223 habitantes por kilómetro cuadrado distante de los 411 que se cuentan al otro lado de la frontera, como ya consta en este mismo texto, con una fecundidad materna de 2.32 hijos por mujer mientras en Haití es de 2.89.
Aunque les afecta más la mortalidad materno-infantil, lo cierto es que un Estado en crisis permanente y que ha dejado que las calles se llenen de peligro, no puede tener respuestas para el acentuado subdesarrollado que afecta a su población que cada día encuentra un motivo más para salir de sus insuficientes 27,750 kilómetros cuadrados y una gruesa legión de mujeres que no cesan de parir.
República Dominicana acaba de lograr un récord de exportación con un acumulado de enero a noviembre de US$10,814 millones, cifra que supera en 734 millones el valor anual más alto de la historia, de acuerdo con el Centro de Exportación e Inversiones (ProDominicana), y las zonas francas crecen en volúmenes de producción, diversidad de renglones y contratación de mano de obra.
DESAFÍO DEMOGRÁFICO
Mientras enfrenta el riesgo de superpoblarse con un éxodo de errantes individuos procedentes del subdesarrollo más extremo de América, «República Dominicana se encuentra en pleno proceso de transición demográfica; el descenso de las tasas de fecundidad y mortalidad se ha destacado por su celeridad», según el Banco Mundial.
«La tasa global de fecundidad descendió de 7,4 hijos por mujer en el quinquenio 1950-1955 a 2,6 de 2005-2010 y la esperanza de vida de dominicanos y dominicanas para el 2010 descendió de 149 defunciones por mil nacidos vivos en 1950 a 28 por mil en el 2010», agrega sobre lo que ya es tendencia.
Es decir: el país va en una marcha equilibrada por el desarrollo económico, industrializándose con valor agregado y mejoría de condiciones de vida y desde el año pasado el Banco Mundial se atrevía a afirmar que: » En los últimos diez años, el crecimiento económico de la RD redujo la tasa de pobreza de forma significativa, favoreciendo a su vez la expansión de la clase media. Aun así, las disparidades en el acceso a las oportunidades económicas y los servicios públicos siguen siendo considerables».
Esta última observación parte de los terribles efectos de la pandemia. República Dominicana tiene que estar proyectando hacia los ojos de los haitianos un panorama fascinante que haría de los ríos fronterizos, de escasísimos caudales por cierto, barreras demasiado frágiles y mal cuidadas contra los cruces para llegar a la que veces ellos consideran «la tierra prometida».
Y de hecho, en el flujo migratorio más reciente se está dando una notable presencia de haitianos ricos que hasta vienen a invertir mientras gozan de la vida con más garantía para sus vidas que en el lar nativo.