CALEBASSE, Haití. AP. Las misioneras estadounidenses que llegaron en un autobús de color beige en los días después del terremoto prometieron una vida mejor para los niños de esta aldea en las montañas junto a la capital haitiana.
El grupo de voluntarias bautistas dijo que quería rescatar a los niños y niñas que ellas pensaban habían quedado huérfanos a causa del sismo del 12 de enero de 2010, pero su esfuerzo para llevarse a 33 niños a la vecina República Dominicana fracasó cuando la Policía las detuvo y las encarceló bajo cargos de secuestro.
Resultó que todos los niños tenían padres. Dos años más tarde, los residentes de Calebasse describen una sensación templada de esperanza por sus niños devueltos, pese a que aún batallan con adversidad y penurias.
Un grupo humanitario le ha dado ayuda a las familias y la UNICEF construyó escuelas. Aún tenemos problemas, pero los niños pueden comer e ir a la escuela, dijo Lelly Laurentus, de 29 años, un técnico de computadoras que no ha conseguido trabajo, excepto como taxista ocasional. Laurentus, cuyas hijas abordaron el autobús beige esa mañana de enero de 2010, pensó que las estaba enviado a una vida mejor. Una misionera estadounidense acompañada por un traductor haitiano había visitado las casas en Calebasse, ofreciendo transportar a los niños a través de la frontera con Dominicana, luego del violento sismo que las autoridades dicen mató a 314,000 personas y dejó más de un millón de desamparados.
En la República Dominicana, los niños encontrarían albergue y escuela, dijo la misionera. Laurentus no pudo resistir la oferta. Su casa se había desplomado y tuvo que dormir al aire libre. Muchos haitianos de origen humilde creen en la existencia del lougarou, un mítico hombre-lobo que ataca a niños. Laurentus temía que sus niños fuesen atacados mientras dormían. Teníamos que enfrentar los demonios de la noche, dijo, parado en las afueras de su casa de concreto una semana de enero mientras esperaba por el regreso de sus hijas de la escuela. Todo el mundo quería un asiento en el autobús, un escape de la desesperación que siguió al terremoto, recuerda. Si no se fueron todos los niños es porque no había suficiente espacio en el autobús, dijo Laurentus.
No obstante, Laurentus se sintió avergonzado por enviar al exterior a sus hijas: Leila, que ahora tiene seis años, y Soraya, de cinco. Un hombre debe ser capaz de mantener a su familia, pero él estaba impotente tras el sismo. Sin embargo, los niños nunca llegaron a República Dominicana.
La Policía tomó custodia de los menores y se los entregó a SOS Childrens Villages International, un grupo global que busca mantener unidas a las familias proveyéndoles apoyo.
El gobierno haitiano y grupos extranjeros de socorro reunieron a los niños con sus padres en marzo de 2010, un mes después de que la operación de rescate de huérfanos ocupase titulares en todo el mundo y causase un brote de gestiones legítimas para ayudar a los sobrevivientes del terremoto. Los 33 niños estaban entre 2,770 devueltos a sus familias después del desastre. En aquel momento, la UNICEF y otros grupos temían que traficantes de niños se aprovechaban del caos para sacar a niños ilegalmente del país.
Los cargos contra todas las misioneras, a excepción de una, fueron retirados y se les permitió regresar a Estados Unidos.
Laura Silsby, líder del grupo, fue declarada culpable de arreglar un viaje ilegal, bajo una ley de 32 años que restringe la salida de Haití, pero fue dejada en libertad más tarde y regresó a Estados Unidos. SOS albergó a los niños durante un mes, mientras el gobierno trataba de localizar a sus padres. Cuando sus hijas les fueron devueltas, Laurentus y su esposa, Manette Ricot, de 29 años, recibieron dinero de la organización para pagar la matrícula escolar de este año, además de alimentos como espagueti, arroz, aceite, leche y sardinas.
La ayuda totaliza unos 1,400 dólares, dijo Karl Foster Candio, portavoz de SOS en Haití. Yo sé que eso no resuelve sus problemas, pero les ayuda a estabilizarse para tener una vida mejor. Ricot gana un poco de dinero como costurera, cuando puede, y su esposo trabaja ocasionalmente como taxista. Aunque la matrícula escolar está pagada, la vida sigue siendo difícil para nosotros, dijo Ricot. Después de dos años, estamos batallando para sobrevivir, porque todo fue destruido. Es como comenzar de cero. Ricot y su esposo emplean el dinero adicional para darle desayuno a las niñas y comprarles uniformes, pero incluso ahora, les gustaría una oportunidad de enviar legalmente a las niñas al exterior. En Haití, donde 60% de la población está desempleada o subempleada, enfrenta una realidad difícil.
Yo soy quien debería estar trabajando, para ayudarles, dijo Laurentus, que se vio obligado a cerrar el cibercafé que tenía en una cabaña. Laurentus vendió sus tres computadoras para pagar el material que usa para reconstruir su casa. Pese a miles de millones de dólares en ayuda, la mayoría de los haitianos siguen varados en la extrema pobreza, pero el país ha conseguido importantes avances en la reconstrucción de escuelas desde el terremoto, que inutilizó un frágil sistema de educación, dañando o destruyendo casi 4,000 escuelas, de acuerdo con la UNICEF. Ahora, más de 80,000 niños en el país de 10 millones de habitantes han regresado a centenares de escuelas nuevas o reparadas, dice la agencia. Apenas antes del atardecer, las niñas llegan al polvoriento patrio de la casa, luciendo sus uniformes azules. ¿Ca va?, susurra Leila en francés, besando a su padre, su madre y sus amigos en las mejillas. Laurentus le acaricia la barbilla a Leila mientras ella se acomoda bajo su brazo mientras Soraya se aferra a la pierna de su padre.
Retiraron cargos
Los cargos contra todas las misioneras, a excepción de una, fueron retirados y se les permitió regresar a Estados Unidos.
Policía tomó los niños
La Policía tomó custodia de los menores y se los entregó a SOS Childrens Villages International, un grupo global que busca mantener unidas a las familias proveyéndoles apoyo. El gobierno haitiano y grupos extranjeros de socorro reunieron a los niños con sus padres en marzo de 2010, un mes después del rescate.
Lelly Laurentus
Teníamos que enfrentar los demonios de la noche.
Si no se fueron todos los niños es porque no había suficiente espacio en el autobús.
Después de dos años, estamos batallando para sobrevivir, porque todo fue destruido. Es como comenzar de cero. Es una nueva vida.