Nuestro país viene haitianizándose de una forma acentuada, silente, creciente y culpable de todos los gobiernos post-Trujillo, inclusive el mismo generalísimo Rafael Leonidas Trujillo que formalizó un acuerdo de braceros haitianos con su homólogo haitiano Francois (Papa Doc) Duvalier, en 1956.

La presencia haitiana desbordó la paciencia de El Jefe cuando entre el dos y el cinco de octubre de 1937 dispuso el llamado “corte parejo”, en el cual regulares del Ejército y secuaces criminales, eliminaron entre cinco mil o siete mil haitianos.

Hoy, la presencia haitiana es sofocantemente peligrosa, desbordante, ominosa, porque presagia una no lejana nueva desgracia de excesos que podrían producirse en el momento menos esperado por grupos de nacionales que desfoguen sus añejos prejuicios o disputas de empleos, con nacionales haitianos.

El día primero del presente mes de julio, el santiaguense diario La Información presentó su principal titular de primera página a ocho columnas haciéndose eco de declaraciones del titular de Migración, Carlos Amarante Baret, un funcionario visiblemente honesto, pero que carece de “macana” para poner en vigencia la Ley 284-05 que regula la política migratoria del Estado dominicano, sin aguardar “instrucciones superiores”, que no la necesita, porque tiene la ley en sus manos, pero no la ejecuta.

Al presidente Leonel Fernández nadie tiene derecho a responsabilizarlo de las ejecuciones sin ejecutar de sus funcionarios, ni éstos deben esperar que el gobernante “le clave las espuelas” para que procedan como deben.

En Migración acontece idéntico a Medio Ambiente, donde sus incumbentes no proceden conforme al tenor de las leyes que le facultan y por eso está el país plagado de haitianos y por eso el país presenta un desastre ecológico superlativo. Pero por ahí viene el 16 de agosto. Esperemos.