Hudson – Halloween, la víspera del día de Todos los santos, se celebra en Estados Unidos la noche del 31 de octubre, pero desde la llegada del otoño se impone el reinado de la calabaza en Nueva York y el resto del país, en medio de un ambiente festivo, anaranjado y casi navideño.
En tartas, donuts, infusiones, incluso en cervezas, la calabaza -también conocida como zapallo, pipián o ahuyama- lo inunda absolutamente todo.
Escaparates de negocios, barras de bares, restaurantes y fachadas de casas se engalanan con todos los posibles tipos y tamaños de esta baya de la huerta junto a una infinidad de figuras fantasmagóricas, esqueletos, telas de araña y monstruos de los avernos en un ambiente en el que el naranja calabaza es el color que más brilla. Cosas de Halloween.
LA LEYENDA DEL “TACAÑO JACK»
El origen de la calabaza de Halloween se remonta a una leyenda irlandesa sobre la historia del tacaño Jack, que repudiado por el cielo por su carácter borrachín y estafador y por el infierno, tras obligar al mismo demonio a que no reclamara su alma, buscaba la salvación en la oscuridad de la noche con la luz de un candil que hizo con un nabo grande, que vació por dentro.
“Pero, en Estados Unidos, cultivamos calabazas muy bien, y las calabazas se convirtieron en parte de esa tradición, porque tuvimos muchos inmigrantes irlandeses que vinieron a este país y se adoptó el farol de Jack, pero no tanto un nabo, sino una calabaza”, explica a Efe el vicepresidente de la Sociedad Histórica del “The Great Jack O’Lantern Blaze“alle de Hudson, Rob Schweitzer.
LA EXPOSICIÓN “THE GREAT JACK O’LANTERN BLAZE»
“The Great Jack O’Lantern Blaze” (El gran resplandor del farol de Jack, en español) hace referencia a la tradicional calabaza con ojos, boca y nariz labrados en su cáscara y una vela en su interior y que es el principal culpable de que estas fechas se tiñan de naranja.
Y es también el nombre de una “increíble exposición que tiene más de 7.000 faroles de Jack tallados a mano” dice Schwitzer, antes de explicar- “Este es el decimoséptimo año que realizamos este evento que comenzamos en 2005, y cada año es mayor».
A lo largo de un paseo de una media hora entre luces, música y sombras, 1.500 calabazas naturales talladas con distintos motivos adornan el camino, junto a construcciones y trabajos elaborados con este fruto de la huerta y 5.500 calabazas artificiales, que permiten moldear esta hortaliza hasta crear formas que rompen con las proporciones de la madre naturaleza.
Caben aquí pieles labradas con las tradicionales caras, peces, motivos de origen celta o tulipanes, hasta calabazas que dan forma a un molino holandés, la estatua de la Libertad o el perro de globos del artista Jeff Koons, e incluso piezas que imitan obras de arte como un autorretrato de Frida Kahlo, “El grito” de Edvard Munch o el cuadro “Nightawks” de Edward Hopper. P
ero los lugares donde más se entretienen los visitantes son, sin duda, “el Planetario”, un túnel abovedado en el que la iluminación de cientos de calabazas decoradas con estrellas cambia de color al unísono y, por supuesto, en las zonas dedicadas a la leyenda de Sleepy Hollow, el jinete sin cabeza que inmortalizó Washington Irving, escritor que vivió y murió en está comarca estadounidense. “
Este increíble lugar está en la gran región de Sleepy Hollow, así que Halloween se vive como una gran ocasión en esta zona”, apunta Schweitzer, que precisa que los faroles naturales se cambian constantemente según se van deteriorando.
UN ÉXITO DE PÚBLICO
Unas 3.000 personas acuden cada tarde al ponerse el sol a esta exposición al aire libre levantada en los terrenos de una antigua casa señorial de la población de Croton on Hudson y que continuará abierta hasta el fin del otoño.
Schweitzer cuenta que han reducido en 2.000 el número de visitantes por día, debido a la pandemia, y que todas las entradas, que se venden a 48 dólares, están agotadas hasta noviembre. Su éxito llevó a la Sociedad Histórica a montar una exposición similar en el condado de Long Island, al este de la Gran Manzana.
“Nos encantó, es maravilloso, hemos visto un montón de piezas que no puedes creer que estén hechas con calabazas”, asegura a Efe medio en inglés medio en español Nisa Varia, una neoyorquina de origen paquistaní que ha acudido con su marido y sus dos hijos.