Guillermo Caram entiende que en la República Dominicana se debe hacer una economía más balanceada y que para que la nación esté "blindada" económicamente se necesita de la producción.
El presidente Abinader reconoció haber encontrado un país con hambre de reformas. Saciarla es imprescindible para sostener y perfeccionar nuestra democracia. Lo contrario agravaría frustraciones sufridas desde la extinción de los tres grandes líderes que nos condujeron durante la segunda parte del siglo pasado.
Mas aún ante incertidumbres propias del mundo post-pandémico en vertiente sanitaria, económica y conductuales de personas, sociedades y gobiernos.
Y abonando calamidades preexistentes de orden demográfico, ambiental, migratorio. De aspiraciones de dominio en un mundo multi-polarizado, en permanente pie de guerra; susceptible de importantes mutaciones ideológicas y oscilaciones en esquemas de gobernar.
Por estas razones resulta loable la percepción presidencial sobre hambre de reformas.
Sin embargo, transcurrido un año de gestión, las ejecutorias no parecen sintonizarse con esa creencia.
Bastaría evaluar la suerte de las reformas más importantes pendientes.
Partiendo de la administrativa. En lugar de suprimir organismos, incluso decretados, prosiguen creando otros: fondos, gabinetes y ministerio. El antro de corrupción que fue OISOE es premiado al constituir pieza clave del Ministerio de Vivienda. FONPER y las EDE, BN-CEA siguen funcionando separadamente.
Instancias proceden con negligencia organismos agropecuarios frente a fiebre porcina. Otros viven recostándose en el apoyo presidencial para funcionar, contraviniendo descentralización aspirada.
Reformar el sector eléctrico la pone en duda el propio Gobierno. Propició un pacto intrascendente. Sigue sin definir esquemas institucionales para resolver deficiencias y déficits del servicio; debatiéndose entre privatización, concesión o estatización centradas en Punta Catalina. Las licitaciones convocadas para nuevos proyectos parecen estancarse.
La fiscal sigue siendo temida.
Los gastos corrientes (burocracia, subsidios e intereses) siguen consumiendo 91% de recaudaciones. Sumadas las amortizaciones, no alcanzarían las recaudaciones para cubrir cargas fijas. Los frecuentes anuncios de austeridad no están avalados por el crecimiento del 54% de gasto corriente diario en 2021 que reporta DIGEPRES al 6 de agosto.
A esa misma fecha, el gasto de capital diario 2021 no llega a la mitad del 2020 por lo que no se entiende quien financiará las tantas obras anunciadas por el Presidente, o los primeros picazos o palazos dados por funcionarios, puesto que las APP apenas arrancan.
Con esa baja inversión, no se entiende como es posible percibir ese “mejor momento económico” que visualiza el Presidente; mientras su año gubernamental le está cobrando incremento del 8% del costo de la vida y subir informalidad al 58%.
El sistema de precios de combustibles sigue sin reformarse. Se aplica la misma fórmula de siempre y, aunque el Gobierno anuncia congelación, los precios siguen subiendo.
El transporte de carga sigue monopólico y el de pasajeros adquiere ribete presidencial.
No en vano, el Gobierno está abandonando la consigna de “estamos cambiando”
Las licitaciones convocadas para nuevos proyectos parecen estancarse
Sigue sin reforma el sistema de precios de combustibles