Hambre y sed se apodera de los haitianos

Hambre y sed se apodera de los haitianos

GONAIVES (Haití) (EFE).- La desesperación por el hambre y la sed y el desaliento ante una ciudad sepultada por el lodo colman las calles de Gonaives, donde turbas corren detrás de los camiones de ayuda humanitaria y cientos amanecen en los techos de sus casas.

Esta ciudad del oeste haitiano es una de las más afectadas por el paso de la tormenta «Jeanne», el pasado domingo, que causó al menos 1.113 muertos, 1.251 desaparecidos y 901 heridos, según las autoridades, que reconocen su incapacidad para hacer un balance definitivo de daños.

   Las tropas argentinas de la ONU destacadas encuentran dificultades para poner orden en el reparto de alimentos y a veces tienen que disparar al aire para dispersar a la gente.

   Un convoy cargado fue prácticamente asaltado ayer antes de llegar al centro de distribución por damnificados que se encaramaron al techo y abrieron la puerta, lanzando aceite, sacos de arroz y plátanos a un mar de manos ansiosas.

   El primer ministro de Haití, Gerard Latortue, dijo ayer a EFE en Puerto Príncipe que «la ayuda humanitaria no empezó a llegar a Gonaives hasta ayer (jueves) porque las carreteras de acceso aún seguían intransitables».

   «Esto es un desastre», reconoció por su parte Juan Carlos Dellacha, uno de los 620 soldados argentinos desplegados en la ciudad, y agregó que la angustia por el hambre genera situaciones violentas y hace complicada y lenta la entrega.

   En el barrio de Raboteau, cientos de personas se agolpaban hoy frente a la iglesia de la escuela San Francisco de Asís, con los pies hundidos en el barro, en una larga fila a la espera de la ayuda que distribuye la organización Care Internacional.

   «Hay mucha agresividad en la distribución de la comida», señaló a EFE Natalia Martín, una monja española de las Hijas de la Caridad que estaba en la escuela el día en que las aguas arrasaron la ciudad y llegó a estar «con el agua hasta el pecho».

   Martín contó que ese día se vivieron escenas desgarradoras y que un padre que cargaba en cada brazo a un hijo, y otro a la espalda, no pudo hacer nada por salvar a este último, que cayó y fue arrastrado por el agua.

   En Raboteau comenzó la rebelión militar que propició la salida del ex presidente Jean-Bertrand Aristide, en febrero.

   La desesperación lleva a los damnificados a beber el agua turbia que anega las calles, donde muchas mujeres lavan ropa enlodada y otros arrastran en carretillas colchones mojados entre casas completamente inundadas.

   Se calcula que unas 300.000 personas está sin hogar, 10.000 permanecen en refugios y 4.274 casas fueron destruidas por el azote de la tormenta.

   «Jeanne» ha destruido esta ciudad, a la que se llega dificultosamente por tierra tras cuatro o cinco horas de viaje por caminos de tierra y agua.

   La cifra de víctimas en Gonaives es de al menos 700 muertos y un número «incalculable» de desaparecidos, dijeron hoy fuentes de la Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTHA).

   Los cadáveres, que aparecen en las calles con otros de animales, han sido enterrados en fosas comunes mientras las excavadoras remueven escombros en busca de cuerpos sepultados por el lodo.

   Los sobrevivientes, que lo han perdido todo, duermen en los techos, en las calles o en lo que queda de sus viviendas.

   Durante el día, habitantes de un cerro cercano venden alguna comida en tenderetes y otros cocinan algo de arroz en grandes ollas calentadas con carbón. Por la noche se oyen algunos disparos y se producen asaltos, según contaron a EFE habitantes de la ciudad.

   Algunos haitianos amanecen en el segundo piso de la catedral de Gonaives, donde el agua llegó hasta el pie del altar, destruyendo bancos y sesgando la vida de un cura que estuvo cinco horas aferrado a una viga.

   Avelome Latortue, de 30 años, declaró en la catedral, donde acunaba a su hijo de tres meses junto a su esposa, que yace enferma, que «el agua nos maltrató mucho» y «se lo llevó todo».

   «Nadie sabe cuánto tiempo vamos a estar aquí y no tenemos dinero para medicamentos», relató.

   Loulí Jean, de 21 años y embarazada de seis meses, contó que perdió a su marido, mientras Ketlenine Jean, de 26, mostró una herida infectada que se hizo en el pie cuando huía de las aguas.

   «La gente quiere agua, comer, que limpien las calles», reclamó Joseph-Paulixte Mathieu, de 55 años, que se quejó de que «nadie nos ayuda».

   Fabiola, una niña dominicana, dijo que tiene hambre y que la gente «se pelea por la comida».

   La comunidad internacional se ha volcado y hoy mismo llegaron a Gonaives, a unos 170 kilómetros al norte de Puerto Príncipe, varios helicópteros con parte de la ayuda humanitaria donada por Argentina.

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