El incidente de Mankiw en la Universidad de Harvard llevó al colega economista Miguel Ceara-Hatton, a escribir La rebelión de los economistas aparecido en el periódico Hoy el pasado viernes 2 de diciembre. La economía siempre ha sido relevante y, desde su inicio con la obra de Adam Smith ha tenido una fuerte influencia de la filosofía y la ética, reflejo de la profesión original del venerable Padre de la ciencia o disciplina económica.
Es válido que Micky reivindique al post-keynesianismo, pero debo recordarle las otras cien escuelas de pensamiento que aún en la misma economía de la corriente principal (o mainstream o escuela neoclásica) identificada en el artículo de marras como marginalismo, hacen que el panorama sea de una selva teórica. Sin embargo, por razones obvias, me dedicaré a tratar de aquella de la que me siento afín y que contrasta con el postulado propuesto por Micky a partir de los post-keynesianos.
A la propuesta de buscar los macrofundamentos de la microeconomía de los post-keynesianos, yo he sido convencido del predicamento opuesto, buscar los microfundamentos de la macroeconomía. Por ello, ¿estamos en campos opuestos? Discutir en pocas palabras esta diferencia en las pocas cuartillas de un artículo es misión imposible, pero pasemos a ver en qué coincidimos.
Depende, como es la respuesta clásica de los economistas, de lo que consideramos los fundamentos básicos de nuestro enfoque de la realidad económica que, vale decir, es el de toda la sociedad. Por lo tanto, ambos rechazamos de la escuela principal el reduccionismo de la realidad al fenómeno económico por aquella pretensión de que a partir del neokeynesianismo logramos los instrumentos para controlar los efectos de los ciclos económicos (que es la naturaleza de la crisis que presenciamos y vivimos hoy en día).
El extremo de la corriente principal es el neoliberalismo que simplificó la Agenda Económica para América Latina por el Consenso de Washington a partir de las experiencias neoconservadoras de Reagan y Tatcher, llevándonos a desmantelar los Estados populistas y a la desregulación de los mercados en los países del Primer Mundo. Por lo tanto, nuestro encuentro se produce en el reconocimiento de que el fenómeno económico tiene raíces sociales que reconocemos desde ángulos diferentes.