Hans Dannenberg, un funcionario que funciona

Hans Dannenberg, un funcionario que funciona

POR MIGUEL MENA
Me resulta cuesta arriba escribir sobre algún funcionario. La tendencia es que los funcionarios siempre anden como la estrellita extrema de Osa Polar, tan luminosos y tan supuestamente brillantes.

El caso de Hans Dannenberg es casi único. Lo conocía a través de la prensa por su meteórico ascenso en el sector privado y luego por ser uno de los más jóvenes altos funcionarios que hayamos tenido. Se le ha visto como actor en «Nueba Yol». Cuando hablaban de él los amigos comunes siempre destacaban lo trabajólico y entusiasta que era.

Hans Dannenberg es nuestro embajador en la India. Y no sólo eso: nadie como él ha abierto con tanta visión y vitalidad contactos con gobiernos hasta ahora tan remotos, como Vietnam, Filipinas, Tailandia, Indonesia, los Emiratos Árabes, y hasta Libia, donde pronto se tomará un té con Gadafi.

Lo he visto en el Grupo Latinoamericano de embajadores, del cual ha será presidente hasta marzo, y puedo decir que el arte de la diplomacia se pone justamente en funcionamiento en medio de tantos egos que hay que domar, intereses a veces insostenibles pero que él maneja con una bondad budista.

A los que me pregunten por qué escribo sobre este funcionario –es la primera vez que hago algo semejante-, les responderé bien sencillamente: necesitamos referentes morales, positividades que nos puedan sacar de esos aires entumecidos de la queja y el malestar. Ante el funcionariado recostado y esperando que los mangos sigan cayendo, ante la mediocracia de saco y corbata, frente a los que lo resuelven todo con una sonrisita de ritmo social, Hans Dannenberg da ejemplos de laboriosidad y efectividad. Y no sólo eso: hasta de soluciones orientales a problemas que pueden estar entre la gastronomía y la vida misma.

Pongo dos ejemplos. El primero tiene que ver con la exigencia de los «sandwichs con cariño», que no es más que la realización de un emparedado donde el queso, el kétchup y lo que venga arriba o abajo esté proporcionalmente distribuido. Esta teoría ya ha hecho estragos, es incluso es posible que Paco Ignacio Taibo II la incluya en una de sus próximas novelas.

La segunda muestra parece sacada de un cuento de las Mil y Una Noches. Un buen día Hans se encuentra con que su parque ha sido ocupado por unos camellos. En un tris busca a su hijo, que está a punto de volverse a Santo Domingo, para tomarse la foto de rigor. La foto es tomada. Parece que todos están felices hasta que los dueños de la recua de jamelgos le pide cincuenta rupias. Como nuestro personaje siempre anda eléctrico y con las pilas puestas, sube a la oficina y baja con una factura. Les dice que sí, que les pagará las 50 rupias, pero que antes cada camello tiene que pagar 20 por el uso del parqueo. De repente a la sabiduría dominicana se le agregan pizcas de la milenaria sabiduría hindú. Los camellos y sus dueños se marchan. Todos quedaron empate.

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