Harriet Tubman, ícono antiesclavista

Harriet Tubman, ícono antiesclavista

Los Estados Unidos y Argentina, son los dos únicos países que en la historia han reprimido a sus aborígenes con evidentes signos racistas, y el primero de los dos, se arroga la facultad que nadie le ha otorgado, de monitorizar la conducta de los 192 países del planeta en la disciplina de derechos humanos.
En su fase de construir su imperio, Estados Unidos diezmó a sus aborígenes, desplazándolos y robándole sus tierras ancestrales, conforme exponen S. M. Barret en su libro Gerónimo, Historia de su vida; Wilbur R. Jacobs en El expolio del indio norteamericano; Dee Brown en Enterrad mi corazón en Wonded Knee, y Gregorio Doval en Indios Norteamericanos.
Esas obras son testimonios y acusaciones reales, abominables, del proceso de excesos contra las principales tribus indígenas de los Estados Unidos, y en lo concerniente a Argentina, eliminaron a los diaguitas, tehuelches y onas, estos últimos, gigantes de casi siete pies, parecían nefilines, rubios, ojos azules, inexplicable etnia como inexplicables los negros australianos de narices de ventanas.
Estados Unidos, pretendido líder de los derechos humanos, incurrió en excesos abominables, que perduran hasta hoy, contra los negros que trajeron contra su voluntad de Africa y que sometieron a cruel trabajo esclavo con lo que iniciaron su proceso industrial de tejidos con el algodón y tabaco rubio de Virginia, y por cuya permanencia abyecta produjeron una guerra civil .
Harriert Beecher Stowe narró para la inmortalidad esa aberración abyecta de racismo en La Cabaña del Tío Tom, y en saltos reivindicativos, procedió Rosa Parks cuando se negó ceder su asiento a un blanco en un bus, y ahora, Harriet Turbman, una esclava negra que huyó de la barbarie y ayudó a muchos, tendrá su efigie en los billetes de US$20 a partir del 2020.

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