En República Dominicana el tema de la corrupción es viejo. Son pocos los partidos políticos que han pasado por las estructuras del Estado que pueden estar libre de ese pecado.

Si se hace un estudio hemerográfico sencillo, veremos que la prensa nacional ha estado históricamente repleta de informaciones que dan cuenta de manejo antojadizo de los recursos del Estado, de sustracción de bienes, de alteración de nóminas, de nepotismo.

En cuanto a corrupción, lo que caracterizó al gobierno del doctor Joaquín Balaguer fue su declaración de que este mal se detenía en la puerta de su despacho.

Fueron muchas las travesuras que cometieron sus funcionarios en la administración caprichosa del erario.

El mismo mal tocó a Guzmán Fernández, Salvador Jorge Blanco, Leonel Fernández e Hipólito Mejía.

Todo esto indica que el tema de la corrupción es el pan nuestro de cada día en nuestra sociedad.

La última encuesta realizada por la Gallup lo que ha hecho es establecer parámetros comparativos, en el sentido de en qué gobierno fue mayor la corrupción.

La prensa hace su trabajo denunciando a los desfalcadores de los bienes públicos.

Sin embargo, hasta ahora no hay un solo político preso. En las cárceles hay hombres de la banca, del narcotráfico y otros crímenes, pero no por tomar fondos del Estado.

En las naciones donde impera la institucionalidad y el respeto a las leyes, los servidores públicos son destituidos y encarcelados por cualquier desliz.

Pero aquí han ocurrido y siguen ocurriendo casos de gran envergadura, sin que nadie sufra las consecuencias.

La impresión que se tiene es que se usa el poder para encubrir e impedir la acción de la justicia. No hay cambios. Los culpables siguen como si nada. ¿Hasta cuándo?