¿Hasta cuándo estará el Doctor riéndose de nosotros?

¿Hasta cuándo estará el Doctor riéndose de nosotros?

Muchos periodistas dominicanos sueñan con entrevistar al Presidente Fernández como antes anhelaban entrevistar al Presidente Balaguer. Tenían, esos soñadores de antes, la ilusión de que “el Doctor” diría algo no dicho antes, o prometería algo verosímilmente realizable, o quizás revelaría alguna secreta pasión –otra que no fuera el poder– que obligara a redefinir cómo se le interpretó durante tantos años.

Yo, en cambio, en lugar de soñar con entrevistar a Balaguer, de hecho he soñado esa entrevista (muchas veces), y me ha parecido tan posible, tan auténtica, que cada vez la transcribo antes de que los afanes de la vigilia borren los detalles. Esta vez, como antes, conversamos mientras caminábamos por el Malecón, junto al mar, solos y sin escoltas ni otra tumultuosa compañía.

JBG: Muchas gracias por la oportunidad de esta entrevista, Excelencia. Danilo ha dicho que la gran obra de gobierno de Leonel garantiza que él ganaría. Usted, experto en ese tema, y en re-elecciones, ¿qué cree?

JB: ¿Yo? No, no.. Yo no creo nada, aunque la única certeza en la política es que nada permanece, todo es un continuo cambiar de situaciones, coyunturas, cada una con sus particularidades. Pero el Estado nunca derrota a nadie, si no nunca me habrían derrotado a mí. Hay que saber perder…

JBG: Dicen que Leonel se parece a usted. ¿Es verdad?

JB: ¡Je, je, je…! (Permanece callado unos segundos, sonriendo.) El destino es obra de las circunstancias, al menos eso creo yo, y cada hombre es hijo de las circunstancias. En eso nos parecemos…

JBG: ¿Cree usted que Leonel ha hecho suficiente para erradicar de la administración pública la corrupción?

JB: ¡Habría que hacer una revolución! ¿No cree usted? Imagínese que en este caso actual, de uso de recursos del Estado en la política, se proceda judicialmente no sólo contra los funcionarios del ejecutivo, sino contra los legisladores y los síndicos. ¡Sería un caos! La corrupción ha maleado prácticamente todas las capas sociales, también en el ámbito privado. Somos un país enfermo, enfermo por la codicia, por el afán de lucro, por un desamor al trabajo aparentemente incorregible…

Desperté con dos lágrimas ahogándome los ojos. El sueño era el mismo que había soñado antes. Las excusas eran iguales. Me pregunté qué clase de país tenemos, donde hasta soñar se hace difícil, y ni durmiendo se escapa uno.

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