A Carmen Imbert Brugal, con mi distinción.
Siempre en el desmayo. Una ilusión que se diluye. Una esperanza que no sabe fructificar o que no alcanzamos a cultivar con acierto.
Pasan los días. Susurran las horas. Nos envuelven los anhelos. Cantamos y soñamos. Y nos estremece el inexorable despertar.
Amargo nueva vez. Con poca significación del resultado del esfuerzo. Con engañosos ingredientes de venturas.
Los planes fallidos. Con estrellas tan lejanas e inalcanzables. Con promesas fementidas de un destino seguro, apropiado, a la vuelta del camino.
De seguras realizaciones. Mas, nos laceran nueva vez tras el mismo portal del cautiverio. El pozo irreductible del abandono persistente. En la indiferencia del agónico espectáculo del transfuguismo, la deserción y del engaño.
Una y otra vez. Confiamos en la promesa y la esperanza.
Tantas cosas necesarias. Tanto bregar en la caída y en el desgarro de impotencias.
Tanto ofrecer y nada llega. Precariedades, insuficiencias, salud, educación y techo. Servicios de vida y esperanza. Falta cosas. Poco se resuelve.
Inseguridad. Indiferencia. Autoridades que no cumplen. Funcionarios que se incriminan por amor al botín de sus ensueños.
Capacitación y desempeño. Desempleo y botellas. Clientelismo y bono-dulces engañosos que confirman estatutos de vagancia y de miserias. Ataduras que no cesan.
Aguas desbordadas. Hacinamientos. Enfermedades implacables. Insuficiencias sanitarias. Cañadas, cañadas, cañadas…
¿Hasta cuándo, Guajimía? ¿Hasta cuándo?…
Delincuencia. Sobornos. Tribunales de mercados. Jurisdicciones que no funcionan. Servidores sólo detrás de una fecha clásica de cada mes. Con ridículo sueldo, pero que se tornan ases del diario picoteo.
Servidores por largo tiempo, a la espera de una jubilación aún más ridícula que el sueldo que disfrutó durante sus labores cotidianas.
Planes, promesas e ilusiones.
Incapacidades. Chismes. Remoloneo. Delaciones. Inasistencias no justificadas. Tardanzas…
Hoy digo “Digo”. Mañana digo “Diego”. Pasado no digo nada. O no hago nada, que puede ser lo mismo.
Y así los días. No acaece nada de importancia. Ni mucho menos. Promesas. Promesas. Promesas…
Pocas cosas se resuelven a tiempo. Pocas cosas.
Años tras años planeamos esto y aquello. Y pasa el tiempo. La vejez nos acorrala. Y ya golpean más fuertemente las desilusiones y la desesperanza.
Y sólo nos resta acomodarnos entre sábanas, colchas y almohadas, si nos alcanzan. Esto, aquello, lo otro nos acosan, nos presionan. Y es situación que amaga con eternizarse…
Apreciada Guajimía, ¿hasta cuándo?
Siempre mañana y nunca mañanamos. (Lope de Vega).