¿Hasta cuándo seguirá el desorden?

¿Hasta cuándo seguirá el desorden?

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

El muchacho no encontraba qué hacer. Había terminado la escuela secundaria y luego de romper buscando trabajo los humildes zapatos, comprados por sus padres, tuvo como única opción ingresar a la Policía.
Consiguió la recomendación del director de la escuela, del cura de la parroquia y de una Asociación de Damas Cristianas con las cuales había trabajado todo un año. Se presentó ante la Junta Reclutadora. Cinco pies 10 pulgadas de estatura, 160 libras de peso. Aprobado. En la Academia Policial cumplió todos los requisitos físicos a que fue sometido.
Recién graduado, lo enviaron al Departamento de Tránsito. Nunca había manejado un vehículo, nunca había tenido ni transitado en una bicicleta, era un experto peatón que cruzaba las calles, fuera de la línea de peatones sorteando, con extremada habilidad, los vehículos que pasaban raudos mientras él hacía fintas, como las de los famosos toreros que veía mientras curioseaba por la ventana del español que tenía un colmado en la esquina.
Luego de un curso de señales y de instrucciones sobre las reglas de tránsito y el llenado de un formulado para multas, el joven fue enviado a las calles a dirigir el tráfico.
Acompañado de otro policía de mayor experiencia, un año en el servicio, el recluta fue enviado a la esquina de la avenida Máximo Gómez con José Contreras. El mayor intento por descongestionar una calle fue el que se realizó con la construcción de un metro subterráneo para asumir todo el tráfico de la vía. Pese a ese esfuerzo multimillonario la avenida se entapona cada día más.
Este 6 de diciembre el joven, obviamente abrumado por el intenso tráfico de las 2:30 de la tarde, detuvo los vehículos que transitaban por la José Contreras hacia la Máximo Gómez, durante más de 10 minutos mientras el tránsito fluía por la avenida principal, sin que, al parecer, el joven pudiera lograr desembarazar la madeja de vehículos que su torpeza y su ignorancia habían creado en las dos vías.
En ese momento, recodé lo que me decía mi hijo mayor, el Coronel (r) Julio Heberto Gautreaux Martínez: papá ¿cómo es posible que pongan a dirigir el tránsito a una persona que nunca ha conducido un vehículo?
Observaba, con el desenfado cómo la colocación de un joven policía desperdiciaba la inversión en estudios, tiempo y dinero, pasos previos a la colocación de un semáforo en una esquina, enviando a un infeliz policía en una de las esquinas de mayor tránsito, para que los contribuyentes se quejaran de la ignorancia, la falta de entrenamiento, de la desacertada decisión de trastornar el tránsito sustituyendo un semáforo por una persona que no tiene la programación que permite un mejor flujo del tráfico.
¡Habrase visto tal desatino!

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