Hoy quiero ser lo más llano posible y disertar con ustedes sobre el proceso de deshumanización por el que está atravesando la sociedad dominicana. Dos elementos, han propiciado el aumento vertiginoso del enfriamiento, deshumanización y pérdida de afecto por nuestros iguales. Primero, el crecimiento descomunal de la delincuencia los últimos 20 años, este viene ampliamente vinculado a la falta de oportunidades de la juventud. Políticos, empresarios y terratenientes han amasado grandes riquezas, en muchos casos de forma ilícita, castrando el desarrollo real de la juventud e impidiendo su acceso a buena educación, empleomanía y su integración al aparato productivo nacional.
Esa clase pudiente, no se conforman con almacenar grandes sumas económicas en cajas fuertes y bancos extranjeros, el objetivo es enrostrarle al pueblo su riqueza, avasallar con relojes, vehículos y atuendos que su costo económico es más que suficiente para cubrir los estudios completos, a decenas de niños y niñas.
Con esta exposición, no queremos justificar la delincuencia, pero el punto anterior provoca la indignación y resentimiento social por la que está atravesando gran parte de la ciudadanía, y arroja leña para que arda con más crueldad y se intensifique el desamor hacia el prójimo, lo que desencadena en la desconfianza y deshumanización del sujeto. Nadie cree en los demás, la gente teme brindarle una mano amigo a quien desmaya frente sus ojos. “La delincuencia nos deshumaniza”.
Segundo, la tecnología, cada día nos hace más indiferentes y menos humanos. Ya no nos miramos a los ojos, no nos interesa saber que piensan los demás. La familia no se reúne y cuando lo hace, cada uno se atrinchera en su bunker emocional (el chateo), lejos de conversar con quien está a su lado, le dedica más tiempo a un desconocido (robot del internet y seres imaginarios).
Les quiero compartir dos experiencias, que me marcaron la vida y mi yo interior supo que realmente tocamos fondo como sociedad. Hace aproximadamente dos años, estuve de visita por la provincia de Monte Cristi, conjuntamente con un amigo, el vehículo en que nos transportábamos era de GLP, llevaba el tanque debajo, al cruzar un badén, el taque se pinchó y el gas comenzó a salir , despavoridos, solicitábamos con urgencia nos ayuden y busque un técnico que cierre la válvula del tanque, para no provocar una tragedia en ese vecindario, al cabo de dos minutos, teníamos más de veinte personas grabando la escena con celulares y nadie se solidarizó.
¿Acaso no eran humanos quienes nos grababan y se disputaban la primera plana de nuestro deceso?
Segunda experiencia, en una calle de santo domingo, me encontraba parado frente a una fritura y de manera inesperada, la dama que freía se desplomó boca abajo dentro del caldero, repleto de aceite hirviendo “había sufrido un ataque de nervios” corrí despavorido, y cuando logré sujetar su brazo para alejarla del caldero, me dejó su piel en mis manos, me desesperé y cuando volteé para pedir ayuda, observé tres hombres grabando la escena ” Creo que no hay más nada que decir”
¿Hasta dónde hemos llegado como sociedad?
¿Acaso hemos tocado fondo y estamos viviendo en la era del vacío, de la que tanto habla el filósofo francés “Gilles Lipovetsky”?
Finalmente, terminaré con la siguiente frase, espero la interioricen y comencemos a ser más humano y solidario con los demás.
“Por favor, si me está pasando algo malo no me grabe, ayúdame”.