Hatuey Decamps

Hatuey Decamps

 EDUARDO JORGE PRATS
Algún día -no muy lejos- se escribirá la historia de los últimos 40 años de vida política en República Dominicana. Ese día el nombre de Hatuey Decamps aparecerá en el justo lugar que se merece: el de aquellos políticos que supieron colocar los principios por encima de las coyunturas particulares del momento. Con razón, uno de los lemas publicitarios del partido que fundó -Partido Revolucionario Social Demócrata (PRSD)- afirma con orgullo: “con los principios hasta el final”.

El lema, a una generación crecida en los nuevos ideales de cierta posmodernidad relativista, parecerá oscuro o desprovisto de sentido. Más sintoniza con algunos el pragmatismo del legado de un Joaquín Balaguer para quien el final de la política -realmente practicable- comenzaba con la adhesión firme a los principios. Pero Hatuey viene de la escuela de Bosch, en especial del Bosch tal como lo repiensa y lo relanza Peña Gómez: la política como expresión de un ideario liberal que tiene como vehículo la voluntad electoral y que está desprovista de todo afán elitista en el sentido del Ariel de Rodó.

Hay quienes no entienden que lo que tipifica la fundación del PRSD es el hecho singular de que se trata del primer partido, después de la creación del Partido de la Liberación Dominicana, que surge del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) no como expresión de la voluntad de un grupo aspirante al poder si no como la creación de los hombres y mujeres que decidieron plasmar y hacer realidad el ideario que inspiró la fundación del PRD. Esa idea matriz fue concretada por una persona y su nombre es Hatuey Decamps.

Hatuey pertenece, entonces, a esa cantera pequeña pero fructífera de líderes que no son estériles. Que, contrario a Atila, dejan la grama crecer. Por eso prefirió las grandes luchas a las pequeñas. Por eso se mantuvo firme al lado de Peña Gómez cuando otros brincaban cercas para no saludarlo. Por eso se opuso radicalmente al afán continuista en un partido que, como el PRD, había nacido bajo la sombra del principio de la alternabilidad en el poder. Por eso ha fundado un partido social demócrata cuando muchos se avergüenzan de las ideologías en lo que se entiende que es el fin de la historia. Por eso ha creado un partido basado en principios y, por eso, también, es bueno decirlo, con coraje y decisión se ha mantenido firmemente apegado a los mismos.

Hoy ya se entiende que sin partidos fuertes, capaces de representar a la ciudadanía, no es posible una verdadera democracia. Uno de los grandes aportes de Hatuey a la democracia es precisamente la fundación de un partido que, no obstante la indetenible polarización electoral debida al fantasma del PPH, dio muestras claras en las pasadas elecciones de que, a pesar de ser un partido recién nacido, y no obstante todas las trabas interpuestas por sus enemigos, es una fuerza electoral que promete crecimiento firme y sostenido. Ese es, sin exageración, uno de sus mayores aportes a una democracia que ya comienza a evidenciar los cansancios propios de la oligarquía partidaria.

No podemos hoy repetir los liderazgos carismáticos de Bosch, Peña Gómez y Balaguer. Tratarlo sería, más que un despropósito, una locura. El país ha avanzado. Las aventuras no encontrarán advenedizos políticos que la protagonicen. Los partidos, con todo y su crisis, siguen articulando los intereses de las grandes mayorías. Los dominicanos somos menos propensos hoy que hace poco a hipotecar nuestro futuro en manos de mesías-salvadores que, bajo el pretexto de salvar la república, quieran cerrar definitivamente la puerta electoral a las mayorías en ciernes.

Sin embargo, nadie nos puede negar el derecho a aspirar, y es justo que lo hagamos, a contar con líderes que puedan encarnar los ideales de la democracia, la institucionalidad, el Estado de Derecho, el desarrollo y la modernidad. Creo firmemente que Hatuey es uno de esos líderes y hoy que, recuperándose de su enfermedad, está presto a regresar a su patria, como ciudadano, y como compañero de partido, quiero expresar el sentimiento de muchos dominicanos que, orando por meses a Dios por su pronto restablecimiento, hoy podemos comenzar a exclamar, en preparación a su llegada: ¡Bienvenido a casa Hatuey Decamps!

Publicaciones Relacionadas

Más leídas