Serian los últimos hálitos de su vida cuando el fraterno amigo Tony Raful, con mil excusas innecesarias, retornó mi llamada, interesado yo en informarle un encuentro con Marianne Tolentino en la regia exposición de Soraya Abu Naba en el Museo del Arte Moderno y preguntarle por la situación de Hatuey. Sabía de su grave quebranto, habiéndolo visitado en la clínica Corazones Unidos donde fue internado a finales de mayo, siendo reingresado recientemente y Tony, mejor enterado, con voz entre cortadas me diría que le dieron de alta, estaba en su casa pero con escasas posibilidades. Me prometí visitarlo al día siguiente, pero esa misma noche recibí la fatal noticia de su fallecimiento.
A Hatuey le conocí cuando decidí ingresar a las filas del PRD, junto con Fulgencio Espinal, alentado por las sabias enseñanzas de Bosch regresado del exilio y alojado en la casa de mis tíos Virgilio Ortiz y Angelita, cerrando filas con Peña Gómez, Hatuey, Rafa Gamundi, Fulgencio, Washington de Peña y experimentados dirigentes, Ángel Miolán, Molina Ureña, Lembert Peguero y otros tantos buenos compañeros del Partido Blanco.
La gloriosa Revolución Constitucionalista de Abril, malograda por la funesta intervención político-militar norteamericana, hermanó nuestros lazos, unidos en un ideal patriótico. Penosamente, la desavenencia y conflicto entre Bosch-Peña Gómez, a consecuencia del desembarco de Caamaño y la guerrilla de Caracoles, culminó con la renuncia de Bosch, la fundación del PLD y mi alejamiento definitivo de la militancia partidaria, ni con uno ni con otro, conservando mis convicciones y la amistad cultivada con ambos líderes y mis antiguos compañeros de partido.
Siendo profesor de la UASD, y Hatuey convertido en decidido líder político y universitario acrecentado en la lucha por el medio millón y la represalia del balaguerato, influenció definitivamente en Salvador Jorge Blanco hasta convencerme de que aceptara la postulación como Vice Rector de la UASD, acompañando al caro amigo Antonio Rosario, tras un largo tranque electoral producido en el Claustro Universitario.
Terminada esa misión y la laudable gestión del Presidente Guzmán Fernández, me uní a la campaña de Salvador, del “Buey que más jala”, frente a la potencial tragedia del “Vuelve y vuelve”, Me cupo el honor de compartir el Gabinete del Presidente Dr. Jorge Blanco (1982-1986).
Abanderado de la democracia, seguidor fiel de Peña Gómez, conocedor de los grandes males que acarrea la reelección, le salió al frente al fallido intento del Presidente Mejía.
Pugnaba por su candidatura presidencial, haciendo inaudito esfuerzo por ser de nuevo aquel viejo Cacique, más conciliador, pero siempre valiente y decidido. Honesto con su pensar y sus ideas.