Hatuey presidente

Hatuey presidente

DANILO CRUZ PICHARDO
La reforma tributaria, aprobada recientemente en el Senado de la República, resolvería el déficit fiscal del gobierno y podría en cierto plazo estabilizar las diferentes variables de la macroeconomía, pero en lo inmediato, debido a la creación de nuevos impuestos y gravámenes y el incremento de otros vigentes desde hace mucho tiempo, implica mayores sacrificios para la población dominicana.

El gobierno del doctor Leonel Fernández luce bien intencionado, pero heredó un desorden generalizado y le tomaría tiempo normalizar las cosas públicas. Independientemente de todo -y observando lo rápido que pasa el tiempo- es un sueño pensar que la presente administración lograría dar solución a los problemas de desempleo, pobreza y déficit del servicio eléctrico.

El problema energético es más grave de lo que muchos pueden imaginarse. Y en donde es difícil diseñar políticas, porque enfrentar la problemática depende de los precios del petróleo en el mercado exterior y las grandes deudas del Estado con las generadoras y distribuidoras de energía apenas permiten la implementación de políticas de parches momentáneos, los cuales están muy lejos de constituir soluciones definitivas. Los apagones seguirán a la orden del día.

Aunque el doctor Fernández arribó al poder con un 57 por ciento de los sufragios válidos emitidos, el grueso de esos votos pertenecen a personas que procuraban, sobre todo, salir de Hipólito Mejía y el PPH, responsables principales del desorden que prevalece en el país, del incremento de las tasas de inflación, desempleo y pobreza y los graves daños que de carácter moral ha sufrido la nación.

El PLD es una organización que ha crecido y procura su fuerza propia mediante el mantenimiento de una elevada nómina pública, la cual podría evitar disgustos internos y que en corto tiempo haya un deterioro creciente de su popularidad. Pero esa popularidad baja por gravedad, porque los empleos son limitados y no se vislumbran soluciones a los problemas cardinales de la sociedad dominicana.

Es la misma situación que se ha venido registrando en la mayoría de los países de América Latina, en donde los gobiernos administran crisis más que otra cosa, porque sus deudas (interna y externa), la importación de crudo y los graves problemas domésticos heredados impiden satisfacer las necesidades de las grandes mayoría en un período gubernamental que podría ser de cuatro o cinco años.

Esa podría ser la razón por la que en los últimos tiempos en el continente resulte difícil (por no decir imposible) la reelección presidencial. Inclusive los propios partidos de gobierno, llevando a otro candidato a la presidencia, resultan derrotados en la mayoría de los casos.

En la República Dominicana, particularmente, cada proceso eleccionario resulta diferente al anterior, muestra evidente de que el pensamiento y la actitud del electorado evolucionan conforme a las circunstancias.

Aunque algunos teóricos levantan la hipótesis de que ante un eventual fracaso del gobierno peledeísta el partidarismo político dominicano colapsaría definitivamente, es un parecer muy subjetivo y carente de elementos valederos de sustentación. Todavía no se han jugado todas las cartas, pese a la pérdida de crédito en ciertos segmentos de nuestra clase política.

Otros alegan que los grandes líderes murieron (Peña, Bosch y Balaguer), pero está presente, con relativa juventud, el licenciado Hatuey De Camps, con un gran carisma y condiciones naturales excepcionales, quien ha visto elevar su prestigio y estatura moral con la posición de principios adoptada en el pasado proceso eleccionario, que lo consagra como una reserva para las elecciones presidenciales del 2008.

He conocido pocas personas con la habilidad mental del licenciado De Camps. Tiene facilidad de expresión, no es rencoroso y es concertador y buen estratega político. Su actitud franca, no propia de la mayoría de los políticos dominicanos, posiblemente haya sido mal interpretada. Pero en sentido general las virtudes del licenciado De Camps (que son muchas) no han sido debidamente publicitadas.

Todo el que se propone ver y hablar con el licenciado Hatuey De Camps lo logra. Lo mismo no puede decirse con otros políticos dominicanos, inclusive sin la jerarquía política del presidente del PRD. Al llamar por teléfono a su casa muchos se sorprenden cuando el mismo Hatuey levanta el teléfono. ¿Quién más lo hace?

Hatuey es altamente solidario con los problemas de salud de dirigentes del PRD, de otras organizaciones políticas y de personas ajenas a la actividad política. Ha resuelto serios problemas de salud, gestionando soluciones con empresarios, centros de salud y médicos particulares. Y llama en presencia de los propios solicitantes.

Hatuey De Camps, definitivamente, es un buen tipo y merece ser el candidato presidencial no sólo del PRD, sino de una coalición de fuerzas políticas de múltiples colores e ideologías. Y adelanto que sería un buen presidente.

Ese carisma y esa autoridad, esas grandes virtudes señaladas más arriba no debían de desaprovecharse. El partidarismo político no ha agotado totalmente su crédito, todavía quedan cartas por jugar y una de esas cartas la constituye el licenciado Hatuey De Camps. actual presidente del Partido Revolucionario Dominicano.

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