Hay “leyenda negra” contra gente honesta

<STRONG>Hay “leyenda negra” contra gente honesta</STRONG>

“Esa es una leyenda negra que hay contra toda esa gente, de primera, decente, honesta. No conozco ninguno de ellos que fuera un gato. Bonnelly vivía en la miseria, no era acaudalado, no tenía nada, solo la casa donde vivía”. Ramón Cáceres Troncoso exculpa  a sus maestros universitarios a quienes muchos acusan de haber sido cómplices de la dictadura de Trujillo. Recuerda, entre otros, a Hipólito Herrera Billini, Manuel María Guerrero (Puco), Froilán Tavárez, Rafael Filiberto Bonnelly, Ambrosio Álvarez Aybar, José Manuel Machado Báez, Manuel Ubaldo Gómez, sobre quienes expresa: “No hay otros iguales, eran los grandes profesores”.

Los nombres de los docentes, entre los que hubo algunos atacados  en el periodo de destrujillización, surgen cuando el  jurista narra el discurrir de su vida en la  Universidad de Santo Domingo, donde se graduó Doctor en Derecho el 24 de septiembre de 1953, a los 22 años. Nació el 26 de diciembre de 1930 en la “Isabel la Católica” número 55, Santo Domingo, en la casa de su bisabuelo Pedro Sánchez, restaurador, padre de su abuela Alicia.

 El primogénito de Marino Emilio Cáceres e Isabel Genoveva Troncoso Sánchez cuenta, gracias a su memoria privilegiada, hasta  pormenores de sucesos que no vivió, pero conciernen a sus antepasados venerados, exaltados, defendidos, presentes en sus narraciones y en  fotos que adornan oficinas, pasillos y salones del gran bufete que  preside. Mon Cáceres, sin embargo, parece ser el más admirado por el ex triunviro que lo exhibe en afiches de grandes proporciones. Son físicamente parecidos. A su hijo lo llama “Mon”.

 Condena y lamenta el atentado contra ese ex presidente, su abuelo, como si hubiese ocurrido ayer y no es indulgente con los que fueron sus asesinos y enemigos. Horacio Vásquez aún no está en su reino como tampoco ninguno de los que participaron en la muerte de su bisabuelo Manuel Altagracia Cáceres.

Sus charlas, que parecen  lecciones de historia porque en ellas figuran los mismos personajes que en los libros de texto –muchos de los que descalifica al igual que a sus autores- son amenas, cautivantes. Pero son otra historia, la visión personal y familiar.

 El primer ex mandatario de su estipe que sale a flote es  Héctor García Godoy porque cuando a Ramón lo llevaron a Estancia Nueva de tres meses de nacido, lo retrataron con este a lomo de mulo.

Maestros y condiscípulos.  Estudió en la “Escuelita de las Amiama: Mercedes, Genoveva, Belén y sus dos hijas, Ayaya y Churupa”, en la calle Santiago. Luego lo inscribieron en el colegio Santo Tomás de Aquino, donde estuvo hasta el octavo grado.

De ahí recuerda entre sus profesores a “Manolín” Troncoso y Ramón Yáñez. Entonces pasó a La Normal, donde tuvo como maestros a Pedro Mir, “Carlitos” Curiel, Andrés Avelino, Alcira Ramón, Elvira Furet viuda Llovet, Jacinto Mañón, quienes “no desperdiciaban oportunidad para hablar contra Trujillo” lo que, sumado a lo que dice que le comentaban sus parientes “en la intimidad”, aumentó su aversión al tirano. Se graduó bachiller en filosofía y letras.

 Entre sus compañeros de secundaria cita a José Cordero Michel y Octavio Mejía Ricart, muertos en las expediciones de  1959, y a Hugo Tolentino Dipp. Al igual que Cáceres Troncoso, estos tres se convirtieron en desafectos al trujillato, a pesar de que sus padres eran funcionarios.

Los familiares de Ramón que servían al régimen eran Jesús María, Pedro y Wenceslao Troncoso Sánchez. Su padre ocupó funciones por breve tiempo y su abuelo Manuel de Jesús Troncoso  había sido “presidente” elegido por Trujillo. Cáceres afirma, sin embargo, que su familia era antitrujillista.

 En la Universidad estudiaron con él Rafael Molina Morillo, Orlando Haza, Rafael Acevedo, Juan Luis Pacheco Morales, Luis Morales Peña. Tolentino y Molina le acompañaron en la Universidad de Madrid en sus estudios de Derecho Internacional, Economía, Historia del Derecho.

Al concluir la especialidad se aventuró en un viaje por Barcelona, Nápoles, Roma, Atenas, Estambul, Esmirna, y en “un barquito” navegó por Florencia, Venecia, Milán. Retornó a Barcelona “sin un centavo”, el cónsul dominicano, apellido Figueredo, le prestó cien pesos y pudo llegar a Cádiz, que entonces visitaba Trujillo.

-¡Señorito, señorito, el Generalísimo lo estaba buscando, le dejó dicho que pasara a verle!”, le informó un empleado del lugar donde se hospedaba. Le visitó en el hotel donde estaba con su esposa María Martínez. El  “Jefe” estaba en pijama y la Primera Dama en bata. Trujillo le preguntó por qué regresaba al país y  contestó que a su abuelo -don “Pipí”- le había dado un infarto y “estaba muy mal”. “Es verdad”, comprendió Trujillo.

 “Cogí el ‘Marqués de Comillas’ y vine para acá”, comenta. Encontró en la embarcación a Marco Jorge Moreno y a la familia Ibarra. En el país comenzó a ejercer la profesión en la oficina que fundó Troncoso de la Concha el tres de marzo de 1915 y en la que  estaban instalados su padre, sus tíos Jesús María, Pedro y Wenceslao, Julio Hoepelman, Fernando Chalas, Víctor Villegas.

“Aprendí mucho, papá estaba especializado en Derecho de Tierras y había sido juez; tío Pedro también fue juez; mi abuelo había sido ministro de Justicia e Instrucción Pública y uno de los primeros jueces de la Suprema Corte de Justicia”.

Trabajó como ayudante de protocolo en Relaciones Exteriores y después su tío Fernando Amiama Tio  consiguió su traslado al departamento de Organismos Internacionales que dirigía Temístocles Messina, pero se hizo casi indispensable. Un resumen que escribió de un día para otro sobre el Gobierno de Perón, ordenado por Trujillo, le mereció felicitaciones y promoción.

Ahí conoció secretos de Estado, como el interrogatorio a su amigo Octavio de la Maza. “De las cosas que dijo fue que si El Jefe quería saber” detalles del secuestro de Galíndez que le preguntara al FBI.

“A la Cancillería llegaba el monitor que llevaban después a Trujillo y cuando yo leí eso dije: A Tavito lo van a matar. Eso fue un 31 de diciembre y el Día de Reyes amaneció el cadáver como regalo en la puerta de su esposa Marusa. Esas eran las maldades de Trujillo, que uno lo ve más claro con el asesinato de las Mirabal. Ya yo estaba por salirme de aquella vorágine de atrocidades y barbaridades”.

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