Estas fiestas de Navidad traen a mi parecer la presencia de los valores cristianos que esta celebración encierra. Entre luces, villancicos y enormes comidas familiares se abre paso a la conciencia de que Dios ha nacido en Belén y que aquel hecho maravilloso ha cambiado por completo la historia humana y ha transformado las relaciones entre nosotros.
Una de las maneras en que demostramos nuestro espíritu navideño es recordando que la Navidad es la mejor época del año para obsequiar lo mejor de nosotros. Y por eso, algo que se ha convertido en parte importante de estas fiestas es el intercambio de regalos con familiares y amigos, así como las donaciones a los más necesitados. En su mayoría, estos regalos son cosas materiales, pero debemos de tener siempre en cuenta la parte más importante del obsequio que es la energía que nosotros ponemos en él.
El regalarse unos a otros tiene mucho más significado del que podemos imaginar, pues lo más importante de esto reside en el hecho de entregar “algo” que simbólicamente represente nuestros deseos, en fechas de Amor y Esperanza. Por eso es muy importante considerar que el valor del mismo lo define el amor con el que fue elegido para esa persona especial.
Por eso he escuchado ya, en varias ocasiones, que el verdadero símbolo de la Navidad son, sobre todo, los regalos. Esos regalos de los pastores y de los magos al Niño son el signo más luminoso de la Navidad cristiana. Los tres reyes de Oriente llevaron regalos al Niñito Dios. El oro que representa su reinado, el incienso que representa su divinidad, y la mirra que representa su humanidad. En nuestra cultura se estila regalar especialmente a los niños en nombre del niñito Jesús. Estos presentes deben recordarnos el gran regalo que Dios hizo a la humanidad: su propio Hijo, nuestro salvador.
A los que en ocasiones hemos considerado que el sentido cristiano de la Navidad se está perdiendo a manos de las campañas publicitarias de las grandes tiendas, en realidad debemos reconocer que gracias al trabajo extraordinario de todos estos comercios en estas fechas, resulta posible que gocemos de la experiencia maravillosa de que “hay más alegría en dar que en recibir”.
Con el sólo hecho de tener en nuestras mentes y corazones a aquellas personas a las que deseamos regalar, desde ese instante ya estamos generando en nosotros una energía fuerte y poderosa que, al momento de elegir el regalo, de inmediato lo llenará de todos esos pensamientos y sentimientos que acompañarán por siempre al obsequio elegido.
La parte material del regalo no es tan importante, sin duda alguna, la parte más bella es la del corazón, el sentimiento que se deposita es lo que le dará el equilibrio para que al ser recibido, la persona pueda sentir la energía de amor que va en él.
Esta es la profunda lección y el recordatorio que la Navidad trae a nuestro corazón cada año: el ser humano también se realiza plenamente cuando se regala, cuando se entrega a quienes tiene a su alrededor y cuando acepta gustosamente los obsequios que le hacen quienes le quieren. Por eso es, que uno de los mejores signos de la Navidad cristiana son los regalos y, por esto, la Navidad misma es un gozoso regalo de Dios para todos. ¡Felices Fiestas!