Hay miles como Sonia Pierre

Hay miles como Sonia Pierre

Por  JUAN BOLÍVAR DÍAZ
Sólo nos falta que un día de estos se produzca una decisión revocando la nacionalidad de Sonia Pierre, defensora de los derechos de los que como ella son dominicanos de ascendencia haitiana. Es decir fruto de la inmigración de cientos de miles de ciudadanos que en el último siglo vinieron desde la vecina nación a ganarse la vida, con el sudor de su frente como mandó Dios.

Fue simbólico del furor y el odio de algunos fanáticos el que recientemente fueran desprendidas la fotografía y la biografía de la señora Pierre de la exposición en el parque Independencia sobre mujeres dominicanas distinguidas, de las artistas Nicole Sánchez y Giovanna Bonnelly, quienes ahora deben estar siendo consideradas por esos “fieles” sospechosas de “actitudes antidominicanas” .

Tengo entendido que Sonia nació en Villa Altagracia a principios de los sesenta, hija de dos ciudadanos haitianos, y como entonces no había sido reinterpretada la Constitución, todavía se documentaba a los hijos de extranjeros llegados a este mundo, independientemente del estatus legal de los padres. Así ella fue declarada y documentada como ciudadana dominicana.

Desde entonces ha vivido y se ha desarrollado aquí y, guardando el equilibrio emocional a pesar de las discriminaciones que ha tenido que enfrentar, decidió asumir la realidad de que es simbiótica expresión de la pobreza domínico-haitiana, el fruto de la migración tan vieja como los seres humanos.

Es consecuencia de una extensión de la nacionalidad dominicana, la domínico-haitiana, como existe también la domínico-español, domínico-chino y muchas otras variedades. En Estados Unidos hay cientos de miles que son domínico-americanos o américo-dominicanos. Como hay millones de méxico-americanos, con todas las consecuencias no solo legales sino también culturales y raciales.

Antes que Sonia Pierre ha habido en el mundo una inmensa legión de hijos de la migración que han asumido la defensa de los de su misma condición. Uno de los paradigmáticos fue César Chávez, legendario méxico-norteamericano nacido en Arizona, quien ayer 31 de marzo hubiese cumplido 80 años, de no haber muerto en 1993 minada su salud por las huelgas de hambre y otras formas de lucha que adoptó.

Al comenzar su lucha a mediados del siglo pasado Chávez consideraba que el 40 por ciento de los trabajadores campesinos eran mexicanos indocumentados. El, a quien no se le regateó la ciudadanía americana, asumió su defensa y en ello se jugó la vida. Tras su muerte, el presidente Clinton le confirió la medalla de la libertad.

Por cierto que el año pasado Sonia Pierre recibió el Premio de Defensora de los Derechos Humanos que otorga en Washington una fundación a la memoria de Robert Kennedy, quien tuvo el valor de defender a Chávez en los finales de los años sesenta cuando el líder era objeto de persecuciones e incomprensiones.

Al igual que hace la señora Pierre aquí, hay dominicanos y dominicanas que defienden los derechos de los hijos de nuestros emigrantes cuyo volumen también genera actitudes irracionales en Estados Unidos, Puerto Rico, en las islas del Caribe y en varias naciones europeas.

Ahora sólo falta que un día de estos nos tropecemos con una resolución que prive a Sonia de la nacionalidad dominicana, como ya algunos reclaman. El paso subsiguiente y lógico sería desconocer sus raíces territoriales y deportarla, no sin antes quitar también la nacionalidad a sus cuatro hijos.

Para ser justos y no andar con contemplaciones, tendríamos que hacer lo mismo que cientos de miles de domínico-haitianos a quien en el siglo pasado se les reconoció la nacionalidad dominicana por el jus-soli, es decir por haber nacido en el territorio nacional. Habría que desarraigarlos de familias, propiedades y vidas para echarlos del otro lado de la frontera.

De esa forma habremos “resuelto” gran parte del “problema haitiano” con el aplauso del mundo, y ya entonces no habrá ningún Movimiento de Mujeres Domínico-haitianas que se atreva a salir con alegatos sobre supuestos derechos humanos. Manos a la obra.

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