Hay que acabar a Frankestein

Hay que acabar a Frankestein

Las autoridades han terminado por confesarse culpables del terrible caos que impera en el transporte de pasajeros. En momentos en que el problema ha cobrado dimensiones que demandan medidas heroicas para lograr su solución,  esas autoridades han venido a descubrir que la sobreoferta de asientos es el germen que minimiza la rentabilidad del servicio y, por tanto, su calidad. A estas alturas  no hay requisitos claros para dedicarse al transporte de pasajeros.

Con propósitos de afianzar poder político, los partidos que han ocupado el poder han propiciado la formación de sindicatos de transportistas y de otras especialidades que respondan a sus intereses y que en ciertas circunstancias actúen como fuerza de choque. La ración del boa debida a este laborantismo resulta sustanciosa y la calidad del servicio que se brinda al pasajero es lo que menos cuenta.

El resultado de toda esta barbaridad auspiciada por partidos y sus  gobiernos está en las calles. Vehículos en pésimas condiciones abarrotan las vías  y generan costos enormes en consumo de combustibles y en contaminación. La disputa por las rutas es diaria y los turnos de trabajo han quedado abolidos. Ahora las autoridades vienen a descubrir que el monstruo que han creado ha crecido bastante y para dominarlo habrá que romper lanzas con un sindicalismo envalentonado y malcriado.

A LA REVOLUCIÓN LE FALTA UNA PATA

A la revolución penitenciaria que se lleva a efecto en el país le falta la que podría ser la patita principal. El crecimiento numérico de los modernos recintos de atención a los internos ha sido una buena señal, pero hay por lo menos una omisión que resulta cuesta arriba concebir, pues se ha enfatizado en devolver a los adultos al seno de la sociedad con una perspectiva de utilidad y decoro, pero nada se ha planificado en cuanto a los menores.

El celo por la preservación de la integridad del menor, que se advierte en el código que protege a niños, niñas y adolescentes, se diluye al omitir en el nuevo modelo penitenciario programas para la reinserción social de los menores en conflicto con la ley privados de su libertad. Echarlos a la calle en las mismas condiciones que ingresaron a prisión es una apuesta por la reincidencia. A la revolución penitenciaria le falta la patita principal.

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