Hay que amar y servir a los demás

Hay que amar y servir a los demás

POR LEONOR ASILIS
“Acoge al cercano, y busca al lejano”,  es el tema de meditación para el 2007 escogido por el Episcopado Dominicano para que reflexionemos, y sobretodo actuemos como nos enseña Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.

Y es que no podemos decir que amamos si no acogemos al otro. No podemos llamarnos cristianos si no buscamos a nuestros hermanos.

Cuanto debemos aprender en esta dirección! Aún los que formamos parte de alguna comunidad parroquial, o de algún movimiento apostólico. Todavía nos caemos al pretender actuar con caridad. Sencillamente, porque fácilmente podemos creernos ser mejores que el otro, más equivocados aún, al pensar que podríamos estar más cerca de Dios que aquel que consideramos pagano.

Solo Dios conoce los corazones, y por eso claramente nos enseña en su Hijo que no debemos juzgar, para eso esta Él. Lo que nos debe ocupar, es amar.

Acoger, servir y compartir

Buscar al lejano, y al hacerlo demostrarle en el amor fraterno que existe un amor paterno que nos impulsa a encontrarle.

Hay múltiples formas de expresar la acogida. La primera que viene a mi mente, es aprender los nombres de nuestros hermanos, porque así expresamos su singularidad. Saludarles, tan sencillo como eso. Preguntarles como están, interesarse por sus vidas respetando su privacidad. Procurar agradar al otro, evitando herirle en su susceptibilidades. En este punto, cuanto daño produce un comentario mordaz, un supuesto chiste que podría ofender su dignidad.

Para ser gracioso, no se puede ser ofensivo. Por el contrario, cuanto bien se puede hacer al hermano cuando en el trato con el o ella se procura una proximidad sana, respetuosa y fraterna.

En nuestros días, abundan clases de todo tipo, Sin embargo, para la materia en la cual se nos habrá de juzgar para toda la eternidad que es la caridad, que poco se enseña!

Es preciso, que nos fijemos nuestra mirada a nuestros santos, seres humanos de iguales condiciones que nosotros que llegaron a ser por su fidelidad a Jesucristo, gigantes espirituales, modelos de nuestra iglesia, quienes con su inconmensurable sencillez y humildad, supieron acoger a todos. Un bello ejemplo a citar es San Francisco de Asís gran acogedor, quien al tratar al hermano ladrón (como cuenta una de sus anécdotas biográficas) con gran amabilidad, este se convirtió de su mala conducta.

En fin, acoger es también, hacernos accesibles a los otros y disponibles para ellos.

Es una realidad que por naturaleza, se puede nacer más o menos acogedor, pero también es un valor que se cultiva si se quiere y  se educa.

El adjetivo que se opone a este gran valor es el rechazo. Cerrar las puertas de nuestros corazones a los demás.

Es oportuno recordar el pasaje del Evangelio en que Jesús  nos interpela a la acogida:“Era forastero  y me acogisteis”; y, al revés, “era forastero y no me acogisteis”.

Al preguntarle sus discípulos esta pregunta:  ¿Cuándo fuiste forastero acogido y no acogido? Él respondió: Cuando lo hicisteis o dejasteis de hacer a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis o dejasteis de hacer. La acogida, vista así, es una práctica de amor dentro del mandamiento nuevo de Cristo de amarse los unos a los otros, como el amó.

Hermanos: vivamos  en actitud de acogida  agradeciendo el don del hermano. Sintámonos afortunados por haber recibido la posibilidad de encontrarnos con los otros, por el don de ser amigo.

Recordemos aquella bellísima frase de Jesús cuando nos dice: “No los llamo siervos, los llamo Amigos”.

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