Hay que aprender a construir

Hay que aprender a construir

MARIEN ARISTY CAPITAN
Cuando era pequeña llegué a pensar que con los años, y la experiencia que ellos traen, sería capaz de entender muchas cosas que me eran ajenas. Creía, pobre de mí, que entendería esos temas “de grandes” que tanto me confundían. Hoy reconozco, y no sin pensar, que jamás podré llegar a entender esta sociedad. No es fácil comprender, por ejemplo, que sea necesario que un joven de 34 años tenga que morir para que la mayoría repare en lo peligroso que son los “cráteres” que han sido abandonados en la ciudad después que los constructores de turno no pudieran o no quisieran continuar con las obras que habían proyectado.

Aunque muchos se horrorizaron al saber que Manuel Perelló murió después de caer por uno de estos agujeros, pocos saben quién se perdió: un muchacho lleno de vida, sincero, amigo de sus amigos…que se había encontrado consigo mismo, era feliz y alegraba la vida de los suyos.

A pesar de que hacía bastante tiempo que no lo veía, son muchos los recuerdos que tengo de él. La mayoría datan de aquellos traviesos años de colegio en los que casi obligamos a doña Consuelo, directora del Instituto Montessori, a perder la razón.

De aquellas locuras de un 4to. A que se llevó el dudoso título de haber sido el peor curso que había pasado por el colegio (quizás alguien ya superó nuestras bromas colectivas), han pasado 15 años, tiempo suficiente para que todos creciéramos y nos encauzáramos. Manuel no fue la excepción.

Como él, hay otros seres anónimos que han perdido la vida a causa de la irracionalidad y la falta de legislación que hay en este país. Por sólo mencionar un caso, en el hoyo de la John F. Kennedy murieron tres personas hacen un tiempo. De ellos nadie habla jamás.

Creo que es justo, y se lo debemos a los que han sufrido a causa de este desorden, que se obligue a los constructores a seguir ciertas reglas de seguridad. Pero no sólo se trata de resguardarnos de las construcciones abandonadas. También hay que hacer algo con el estilo desconsiderado con el que se construye: dejando mezclas en las calles, contaminando el aire, robándose las aceras, irrespetando los linderos… hay mucha tela por dónde cortar.

Pero los gobiernos también deben ser puestos a raya en cuanto a construcciones se refiere, pues son muchas las obras que se han iniciado en el país y se han quedado en picazo o intención. Parecería que abrir hoyos es bien rentable porque éstos se reproducen amén de que las edificaciones se levanten algún día o no.

Un caso digno de estudiar es el de la UASD. Allí hicieron los movimientos de tierra -los hoyos, en franco dominicano- del comedor, el edificio de ciencias y la torre administrativa. Pronto harán lo mismo con la estancia infantil. ¿Las construcciones? Todavía no se ven.

No sé si es que yo soy muy imbécil o desconocedora del tema pero, ¿no es más lógico terminar una edificación antes de iniciar la próxima? Algún ingeniero que me responda, por favor.

Tampoco entiendo por qué han destrozado la Zona Universitaria abriendo zanjas por doquier. ¿No se puede ir trabajando poco a poco, en lugar de abrir todas las calles al mismo tiempo?

Otro punto que no termina de convencerme es ver que han derribado todos los árboles de la zona y, mientras eso sucede, vemos que en Santiago harán un parque cuya decoración costará más de 400 millones de pesos. ¿Cómo, en un país pobre, se pretende gastar ese dineral en algo tan fútil? Lo peor es que la contratista, la única que fue a concurso, es la misma del cuestionado edificio de la Suprema Corte de Justicia. En fin, es obvio que tenemos que ordenar el país. Manuel se lo merece. También los que como él muerto por la estupidez que nos rodea.

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