La nación espera que el presidente Danilo Medina gobernará con un nuevo gabinete ministerial a partir del 16 de agosto, efemérides del 153 aniversario de la Restauración, cuando se juramentará ante la Asamblea Nacional para su segundo mandato, reelecto por el pueblo dominicano.
Creo que el 62 por ciento de los electores, cifra sin parangón, respaldó a Medina, primero reconociendo las políticas públicas aplicadas en este primer mandato y, segundo, confiados en sus promesas de que profundizará las metas multisectoriales logradas en la economía y su política social de desarrollo humano.
Pero parece que el segundo mandatario peledeísta en reelegirse encara dificultades para introducir los cambios anhelados. Primero, porque el actual gabinete ha sido incapaz de renunciar, como tradicionalmente ocurre en democracias latinoamericanas y europeas similares, en las cuales la dimisión plena de los ministros deja al estadista el camino expedito para introducir los cambios cónsonos a sus objetivos estratégicos.
La incomodidad parece que igualmente subyace en el propio Comité Político del PLD, la nomenclatura de 34 dirigentes que traza las directrices de la organización, y a veces las del Gobierno, de los cuales casi todos son funcionarios importantes, incluidos el mandatario, la vicepresidenta y nueve ministros.
Concomitantemente, parecen ciclópeas las demandas de ciertos aliados que ayudaron globalmente con el 10% de los votos a la victoria de Medina. Según informes, Miguel Vargas, presidente del PRD, quiere –entre otras cosas- el Ministerio de Relaciones Exteriores, por haber facilitado la reforma constitucional pro reelección y la aportación del 5% de los sufragios, como si Medina necesitara el ropaje socialdemócrata para alcanzar el liderazgo, la solidaridad y el reconocimiento que su política centrista ha logrado en la escena internacional, ejecutada por Andrés Navarro, un canciller joven y dinámico.
Pero hay que cambiar, señor Presidente.