Quien hable más claro en la campaña de seguro tendrá el voto indeterminado de los indecisos y de la masa de jóvenes que nunca han votado; ha llegado la hora de la desvinculación de los ciudadanos respecto a los compromisos públicos. Es que a todos los dominicanos les asiste el derecho a estar presentes en el cambio, en el arreglo del país, en el proceso de la nueva República Dominicana.

No es volver a empezar; tenemos que iniciar una nueva época que no sea crispada sino ilusionada de ferviente esperanza, que devuelva la alegría al pueblo.  Un gobierno que esté seguramente persuadido que está para servir a la sociedad y satisfacer sus mas urgentes necesidades. Y esto solamente se alcanza en ella, pero contando con ella, porque respalda a su gobierno. Es necesario pasar la página de la ineficacia de la gestión pública. Tenemos que recuperar el buen quehacer, es decir contar con valores de convivencia, poder soñar, tener la ilusión que se vivió cuando enterramos al tirano. Necesitamos un gobierno que no sea para quitar un miembro de un Partido cualquiera, para poner otro que tiene el carné del que gane las elecciones, sino uno que sitúe en los puestos adecuados a las personas más cualificadas, a los más serios, a los más honestos, aun cuando estén al margen de la militancia política. Necesitamos una Administración Pública profesionalizada y despolitizada, es juego limpio a lo que aspira la sociedad. Un estilo nuevo, que devuelva la confianza de los ciudadanos en las instituciones.

Es una pena estremecedora que el triunfo electoral solamente dependa de la capacidad de unos para convencernos de que son incapaces de robar y por la otra parte de la habilidad de otros que nos aseguran que ya no van a consentir más robos. Sólo nos resta que estén satisfechos o ahítos los insaciables y que los nuevos comensales no nos resulten unos requete insaciables, es decir que al final no sean  genuinos traga aldabas.