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Por lo que he podido comprobar en diversas reuniones de amigos y en las lides del trabajo es que no es al corazón sino a la  cabeza del elector que tienen que dirigirse los  dirigentes de los partidos; tienen que hacer propuestas razonables y creíbles. Necesitan de mucha fe en lo que estén prometiendo. Solamente así reflejarán credibi1idad. Es necesario que se vea que no mienten. De que es cierto todo lo que proponen hay que darle a la ciudadanía garantías de que se está firmando un compromiso formal con quienes les escuchan, que la mentira ya no existe en el mensaje político. Que se va hacer lo que se está prometiendo y entonces los electores aceptarán o reprobarán. Se tiene que dar seguridades que existe un programa y que se aplicará a la hora de gobernar.

El elector tiene que estar seguro que los elementos de su juicio están fundamentados en que sus 1íderes son capaces de dar de sí y tiene que estar muy segura de la eficacia o ineficacia de sus dirigentes. Para saber cómo son. Hay que saber venderse y ser además honesto consigo mismo y con el pueblo. Porque nuestro pueblo solo desea ser protagonista de un cambio del cual quiere participar.

El nuevo hombre dominicano está  cansado que se identifique Estado con Gobierno y Gobierno con partido. Esta confusión debe desaparecer. Esa identidad provoca desprestigio de la Administración Pública y de las instituciones del Estado.