Hay que revivir a la OMSA

Hay que revivir a la OMSA

El Gobierno parece resuelto a modernizar el transporte con medios colectivos y eficientes. El Metro de Santo Domingo es una buena muestra a tomar en cuenta. En cuanto al Metro cabe decir que la Feria del Libro marcó el punto de referencia entre las descalificaciones contra esa obra y los elogios.

Ya hay planes de construir una segunda ruta urbana desde San Isidro a Los Alcarrizos y otra más ambiciosa, interurbana, de Santo Domingo a Santiago. Con los costos petroleros en constante alza, estos medios de transporte colectivo recuperarían la inversión en tiempo récord y resolverían uno de los problemas más mortificantes de este país: el transporte.

Pero aunque esos planes obedecen a una mística modernista y desarrollista, nada justifica que esté en el cementerio la mitad de los autobuses de la Oficina Metropolitana de Servicio de Autobuses. Las unidades de esta oficina brindan un servicio oportuno y útil a miles de pasajeros, sobre todo en momentos en que empresas transportistas disfrazadas de sindicatos disponen alzas en los pasajes. Está bien que construyamos todos los metros que sean necesarios, pero no parece que debamos deshacernos de las guaguas de la OMSA, dejando que se conviertan en chatarra por falta de mantenimiento oportuno. Invirtamos en la recuperación de estos autobuses y en su conversión a gas natural para que vuelvan a brindar su necesario servicio.

 

El justo recurso de la rebeldía

La Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce el derecho a la rebelión en casos en que los pueblos sean sometidos a opresión por regímenes tiránicos. Es un precepto inspirado en situaciones que pertenecen a los ámbitos de la política y el militarismo. Hoy por hoy hay contextos más amplios en que sería válido reconocer la justeza de esta prerrogativa de los pueblos.

En estos tiempos los precios petroleros, en constante alza, constituyen un medio de opresión contra los pueblos. Sobre todo, tienen estas características porque las alzas son forzadas por un afán especulativo de un mundo financiero que exprime las economías de los pueblos para compensar sus pérdidas en negocios inmobiliarios y de otras índoles. Muchos pueblos están al borde del colapso económico, rozando la insolvencia, por causa de esa situación. Es una forma de abuso tan cruel como el  que inspiró la cláusula que valida la rebelión contra la tiranía y la opresión.

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