En el ensanche Piantini, un hombre iracundo mata a otro por una diferencia relacionada con un estacionamiento. No conforme, lo remata en el suelo. En Sabana Perdida, un hombre furioso mata a cuchilladas a una adolescente de 14 años, porque interpretó que ésta se estaría burlando de él al exhibir una sonrisa. Otras dos muchachas que la acompañaban tuvieron que huir para evitar ser agredidas. Y varios desconocidos matan a tiros, sin mediar palabras, a un distribuidor de este diario y El Nacional. No robaron ninguna pertenencia.
Hay entre la gente nuestra una carga de violencia que se manifiesta con expresiones extremas, fatales, dolorosas, como las que hemos tomado a modo de tímida muestra de algo que se ha ido generalizando y haciendo cotidiano. Hay descargas de ira, agresión física, que no está necesariamente asociada con actos de delincuencia. Hay una inclinación homicida que sin duda es fin, y no el medio para alcanzar algún objetivo diferente a la anulación de la vida.
Los expertos en trastornos de la conducta tienen que ponerle atención a esta patología social. La inclinación homicida está presente hasta allí donde no parece ser desenlace lógico de una situación. Se mata por la ocupación de un parqueo, por interpretar que una sonrisa de adolescente es un gesto de burla, o por cualquier otro pretexto. Evidentemente que hay que trabajar contra tanta ira.
Presencia que acusa a todos
La acumulación de basura por doquier es un hecho que trasciende las fallas de manejo del vertedero de Duquesa, el mal estado de su vía de acceso y la falta de equipos.
Toda esa basura pone de manifiesto la falta de responsabilidad conque gente con función pública ha encarado esta amenaza sanitaria, que ya dura más de lo razonable. Hay en esa presencia responsabilidad compartida por alcaldes, la firma manejadora de Duquesa, Medio Ambiente y otras áreas oficiales.
Hasta ahora, lo que ha primado es el esfuerzo de unos por culpar a otros. Duquesa sigue siendo inaccesible y parece que lo seguirá siendo por mucho tiempo, si se mantiene la tendencia de amagar y no dar. El problema empezó chiquito y ha llegado a la dimensión que ahora tiene porque las autoridades han hecho de todo, menos enfrentarlo con la responsabilidad que requiere.