Por lo visto estos días, la sociedad política hace aprestos para dar respuestas a demandas en los ámbitos de la seguridad que son reclamadas desde hace mucho tiempo. Hasta ahora, no hemos visto el primer proyecto de seguridad creíble en el Estado dominicano, porque como hemos dicho en otras entregas, no es solo una reforma policial que necesita esta sociedad, la policía es solo uno de los componentes del sistema de seguridad de cualquier sociedad que lo conforman, además, el ministerio público como componente persecutor del delito, los tribunales como administradores de justicia, las penitenciarías como organismos en que son internados los infractores. Así como todo aquello que tiene que ver con la reinserción del infractor.
Sin embargo, abocarse a trabajar una reforma al sistema de seguridad de una sociedad, implica la construcción de estrategias con sus lineamientos y programas, para que nada sea dejado a la casualidad y cuando se presenten situaciones, existan ya respuestas específicas para cada una de ellas o en su defecto, solo haya que hacer pequeños correctivos o adecuaciones.
No obstante, debemos tener claro que, mientras no haya políticas públicas que busquen impactar las áreas más vulnerables de la sociedad, todo lo que se quiera implementar no será más que puro marketing. Hay una delincuencia o una categoría de delitos que responden a fallas estructurales que se manifiestan en determinados sectores de la sociedad por las falencias o las faltas de políticas públicas y que no pueden ser resueltos con retenes, operativos ni reformas policiales. Para aminorar o dar respuestas a estos delitos son necesarias políticas públicas enfocadas a esos sectores, las que aunadas a los programas de prevención del delito podrían arrojar resultados cónsonos con los esperados.
Es por esto la necesidad de construir estrategias de seguridad para poder llevar soluciones integrales y multifactoriales pues solo así podríamos atacar en sus orígenes las situaciones que podrían convertirse, de otra manera, en problemas de seguridad. Fuera de ahí, todo lo demás son enunciados o simple declaraciones de intenciones.
El problema fundamental es que aquí todos, incluidos políticos, funcionarios, sociedad civil y empresarios, queremos olvidarnos del parte atrás, de que ahí, en el parte atrás, hay 4, 5 y 6 familias, con una media a veces de 5 miembros que utilizan una misma letrina, sin las más mínimas condiciones, para hacer sus necesidades fisiológicas. ¿Entonces? Fíjense que este es un problema social que hay que darle una respuesta social, no de seguridad ¿se dan cuenta? Podría citarles muchos otros, pero prefiero que sean ustedes que les den cráneo.
Esta sociedad debe decidir y consensuar el mínimo de concesiones que hará a esos sectores depauperados, pues mientras esto no se defina, vanos serán los intentos por dotarnos de un sistema de seguridad efectivo. Si tendremos aumentos del raterismo, las denuncias de escalamientos, las quejas de inacción por las autoridades, lo que llevará a más “intercambios de disparos”, brutalidad policial, y un acentuado desequilibrio entre los distintos componentes del “sistema de seguridad dominicano”, donde como dijimos, el componente policía nacional es uno solo de los distintos componentes de este sistema. En síntesis, esto podría empeorar bajo el presente esquema.
Ante la falta de políticas públicas efectivas, entre otros, el narco y el crimen organizado se han ido convirtiendo en suplidores, allí donde las carencias se manifiestan por las deficiencias de las agencias y falencias de las autoridades nacionales. Desde las pastillas para la hipertensión arterial de la viejita y para la diabetes del viejito, hasta la función de consejeros sociales cuando parejas tienen problemas maritales. En esos sectores el narco y el crimen organizado lo abarcaron todo, aprovechando las fisuras o grietas dejadas por la ineficacia o las ausencias del oficialismo.
Entonces, aunque no lo queramos aceptar, la sociedad dominicana en su conjunto es responsable de esa realidad que se da, en esos cordones de miseria que circundan nuestras urbes y de la influencia que el narco y el crimen organizado han ganado. Ojo, no es que la delincuencia y la criminalidad sean especifica o exclusivas de los sectores carenciados, pero, analizarlas desde el punto de vista estructural nos ayuda a comprender como intervienen en todos los sectores de la vida nacional.
Podemos analizar y vamos hacerlo más adelante, como se implican la delincuencia, el narco y el crimen organizado con la policía, los políticos, los empresarios, la sociedad civil y los funcionarios de la administración pública y del sistema de justicia, sin embargo, hemos querido empezar por acá, para mostrar las implicaciones o complejidades de reformar el sistema de seguridad de una sociedad, una tarea descomunal que, solo puede emprenderse mediante un compromiso de la sociedad y que requiere un gran consenso de sus fuerzas vivas. No es, solo el gobierno, (claro este deberá guiar la acción), pero deben estar comprometidos e implicados todos los sectores nacionales para que puedan sentir o percibir como propio, las estrategias que resulten y puedan identificarse con sus lineamientos y programas.
Necesitamos expertos que hagan levantamientos, generen hipótesis, crucen variables, construyan indicadores, en función de los cuales conoceremos la tipología de los delitos que hay en esa sociedad, diferenciados por regiones o zonas. Entonces estaremos en condiciones de construir el perfil de la Policía Nacional que queremos, como podemos obtenerla y para cuando, con las situaciones presentes, podremos tenerla. Ahí ya tendremos la información pertinente para reformar el componente Policía Nacional y una serie de insumos para reforzar junto con otros adicionales, el sistema de persecución del delito, el sistema de administración de justicia, el sistema penitenciario y el de reinserción del infractor.
Como podemos ver la reforma del sistema de seguridad pública de un Estado (policía, ministerio público, administración de justicia, el sistema penitenciario y reinserción del infractor) es tremenda tarea que no se puede enfrentar ni con cuentos chinos ni con puro marketing.