Hay un tiempo preciso para todo

Hay un tiempo preciso para todo

Confieso que no tengo la fortuna de ser, propiamente dicho, un lector de Biblia, menos un intérprete  de la Palabra, de la Sagrada Escritura, de sus mitos, creencias  y misterios. Pero debo reconocer que  hay  una buena  porción de fe, que alcanza  la pasión en los creyentes  y  en las escrituras,  sabias enseñanzas incluso para los  profanos. El  Eclesiastés,  por ejemplo, nos dice que hay tiempo para vivir y tiempo para morir; tiempo para todo  que hay que saber distinguir y  aprovechar  con eficacia, de manera inteligente.

Para fines de los años 70, un grupo de jóvenes ilusos perseguimos la temeraria quimera de someter y enjuiciar al Dr. Joaquín Balaguer en un “Juicio por la Verdad Histórica” que conocería mediante una especie de Tribunal Russel, con todas las reglas del derecho,  los numerosos crímenes políticos cometidos durante el luctuoso periodo de los 12 años,  donde se perdió parte de lo más granado de nuestra juventud revolucionaria inspirada  en el noble propósito  que alentara a los valientes  expedicionarios  procedentes  del exilio trujillista  que llegaron  “llenos de patriotismo, enamorados de un caro ideal.”

Aquel intento de enjuiciamiento, más emotivo que racional, terminó antes de empezar. Tan solo darlo a conocer  produjo las reacciones más radicales y violentas  de rechazo de las cúpulas del   poder de diferentes sectores,  incluyendo partidos políticos, jerarquía católica, empresarios, medios de comunicación,  orgánicamente pertenecientes al sistema imperante, e intelectuales a su servicio. El Dr. Balaguer murió en su lecho, revestido de santidad, proclamado “Padre de la Democracia”   dejando como legado,  con sus obras, su impronta   de simulación e hipocresía que heredarían   muchos otros dirigentes   marcados por la ambición del poder,  por  un pragmatismo utilitarista divorciado de toda virtud.

 El gobierno del Dr Leonel Fernández, quizás su  discípulo más aventajado, siguió sus huellas, siendo más tolerante con  sus adversarios, menos represivo, pero igualmente simulador, mesiánico  con sueños de grandeza  desolada,  dejando al país más maltrecho que ningún otro gobierno de esta maltrecha nación, tal como lo certifica la baja calificación obtenida por el Foro Económico Mundial que nos coloca en los más bajos escalafones de 144 países evaluados, lo que llenado de vergüenza le ha merecido su gestión enconada repulsa.

No deja de ser significativo entonces el surgimiento de un movimiento cívico,  auspiciado por notables intelectuales, partidos políticos  alternos,  asociaciones y jóvenes  rebeldes que persiguen su enjuiciamiento y condena pública a través de  un tribunal popular, que tendría, en el mejor de los casos, un valor simbólico pero que no alteraría la esencia del sistema que se pretende combatir.

En cambio,  distraería y menguaría el esfuerzo, la energía, los recursos  que son   necesarios y que hay que compactar y reorientar para poner en marcha una estrategia  capaz de  producir un verdadero cambio institucional, democrático, permanente, que nos libere de las lacras del  autoritarismo, el paternalismo, el autocratismo,  de una cultura política y social malsana que engendra, como virus, el clientelismo, la corrupción y la impunidad. Todo ha de ocurrir en su momento. Quizás sea este el momento de sembrar. Hay un tiempo preciso para todo.                   

Publicaciones Relacionadas

Más leídas