JOSE LOIS MALKUN
¿Cómo nos ven en el exterior? Es una pregunta más que difícil de contestar, delicada. Todo es un problema de percepción. Los franceses, por ejemplo, se creen la bolita del mundo y tratan con cierta arrogancia a todo el que no hable su idioma. Los españoles, y en especial los madrileños, se expresan regularmente con malcriadeza cuando tratan a los extranjeros y creen que muchos países latinoamericanos aun se visten con taparrabos. Los ingleses, por su parte, siguen soñando que son un imperio y su aire aristocrático así lo revela. Pero lo único de imperio que le queda, son los recuerdos.
Los norteamericanos son más pragmáticos. Saben que son la primera potencial mundial y creen que eso les da derecho a cometer cualquier atrocidad, que de hacerla otro país resultaría inaceptable. En otras palabras, se defecan en todo el mundo, aunque si eres su aliado, te pasan la mano y te consuelan.
Todo se trata de percepción. Lo que acabo de decir es pura percepción.
¿Que percepción se tiene de nosotros en el exterior? Contaré algunas anécdotas. Cuando llegué a trabajar a El Salvador a finales de 1989, en uno de mis primeros diálogos con la subsecretaria de Planificación, que era mi contraparte, me preguntó lo siguiente: ¿José, de verdad tú eres dominicano? Le dije, claro que sí. Me dijo: bueno, es que yo me imaginaba que no habían blancos en tu país.
Viajando en auto desde la ciudad de Guatemala a Tapachula, en México, me topé con un retén de la guerrilla guatemalteca. Iba con mi esposa y mis dos hijos. Me bajaron del auto y nos interrogaron. Le dije que era dominicano. El jefe del grupo me dijo: así que usted es de la tierra del coronel Caamaño. ¿Lo conoció? Le dije: sí, lo conocí en la revolución del 1965. Mi esposa le dijo: mi marido peleó en la revolución. Nos entregaron el pasaporte y seguimos nuestro camino.
En Nicaragua, existen otras percepciones sobre nosotros. Aquí me decían: José, estoy loco para visitar a tu país. Me dicen que las mujeres son putísimas y que se goza más que el carajo. Los ticos, principalmente mayores de edad, recuerdan mucho a Juan Bosch y a Trujillo, cuando me hablaban de Dominicana, pero algunos creen que somos muy agresivos.
Mientras realizaba mis estudios de post grado en Chile, y a raíz del golpe de Estado a Salvador Allende, me fueron a buscar preso a la residencia donde me hospedaba. Durante los intensos y terribles interrogatorios a que me sometieron por largo tiempo, no había forma de que nadie entendiera que yo era dominicano y no cubano. Tenían mi pasaporte pero no tenían idea de dónde quedaba Republica Dominicana. Simplemente, yo hablaba como cubano y estaba jodiendo con los comunistas del régimen destronado. Lo demás no importaba. Esa confusión, por poco me cuesta la vida.
En lejanos países de Asia y África que he visitado, algunos agentes de migración me preguntaban, ¿dónde queda República Dominicana? Les digo: en el Caribe. Se quedan mudos. Y sigo diciendo: cerca de Cuba y me responden: Oh, ustedes son vecinos de Fidel Castro.
En definitiva, pocos conocen quienes somos excepto nosotros mismos. Y como hemos vivido unos 40 años sin guerras, sin golpes de Estado, sin gobiernos fidelistas o chavistas, donde se vive hablando en exceso de día y de noche, no somos un país que mueve el morbo de la prensa internacional y sensacionalista. Por eso, casi nunca usted oye nada de Republica Dominicana. Definitivamente, somos un país aburrido en esa materia. Pero esa es una felicidad.
Ahora veamos el asunto desde otro ángulo. Cuando usted planea visitar Europa, piensa en monumentos, museos, espectáculos, buenas comidas y en su historia, por supuesto. Como la mayoría va a esos viajes en paquetes turísticos, con familiares, amigos o parejas conocidas, a nadie se le ocurre ofrecerle en el hotel donde se hospeda, un servicio de chicas. Tampoco nadie va pensando en eso. Todos los viajantes se concentran en el maravilloso mundo que van a conocer.
Pero cuando usted va en viaje ejecutivo, está bien vestido, llega al hotel en un taxi, y le da una buena propina al maletero que te lleva a la habitación, él espera la mínima señal suya para ofrecerte cualquier otro servicio que desee. Ese servicio puede incluir espectáculos sexuales privados, sexo con hombres o mujeres o cierta dosis de drogas con sadomasoquismo. Y eso pasa hasta en los hoteles más lujosos y caros de Europa.
En los países asiáticos, los prostíbulos que abundan en las ciudades los disfrazan de mil maneras. Son como colmadones del sexo que operan sin ninguna restricción. Cuando visité Budapest, hace un tiempo, me sorprendí de la espectacular promoción que hacen los prostíbulos en calles, hoteles y autobuses. En Praga encontré lo mismo y en algunas zonas de Ámsterdam se oye a ciertas chicas alegres hablar hasta en cibaeño. Pero quizás HBO encuentra esos países demasiado lejos.
Los que van a Estados Unidos, piensan en familiares, Disney o shoping. Otros en hacer dinero con las drogas, porque es el paraíso de los grandes consumidores. Y los que van al Caribe, piensan en playas, sol y diversión y muchos en diversiones fuertes, que incluye un amplio menú de servicios sexuales. También los hay que buscan paraísos fiscales, para esconder el dinero que se robaron.
No nos preocupemos de esas opiniones adversas que nos molestan. Seamos como somos. Total, nadie tiene calidad moral para juzgar a nadie en este mundo ennegrecido por la violencia, la represión política, el hambre, la guerra y el terrorismo. Mientras nada de eso nos contamine, ni sea fuente de noticias para HBO y otras cadenas internacionales, que sigan promoviéndonos como les dé la gana.