Hechos, sentimientos y palabras

Hechos, sentimientos y palabras

Casandra, de acuerdo a la mitología griega fue sacerdotisa de Apolo, quien le concedió el don de predecir el futuro  a cambio de una relación carnal. Hecha una adivina la beneficiaria faltó al compromiso y lleno de ira Apolo le escupió la boca y como castigo estableció que nadie creyera sus predicciones.

La maldecida anunció la destrucción de Troya; sin embargo, y como era de esperarse, ningún troyano le creyó. Durante la era cristiana se redacta uno de los libros de la Biblia titulado el Apocalipsis, en el cual se anuncia el fin del mundo que muchos, incluido el que suscribe, nos negamos a aceptar. Durante siglos la palabra  ha sido el símbolo mayormente utilizado por el hombre y la mujer para comunicar los sentimientos a sus semejantes.

Ese simbolismo que de principio fue oral y poco duradero o estable, logró perpetuarse sin deformaciones a través de la escritura, siendo después grabado y reforzado con imágenes de vídeo que darían mayor fuerza y autenticidad a los argumentos. Lo que algunos, tal vez sin proponérselo olvidan es que de una forma u otra esas expresiones comunicativas son hijas de las percepciones que acerca del mundo captan nuestros sentidos. Aún cuando el hombre metafísico crea un universo interior que puede incluso ser fantasioso, lo cierto es que al fin y al cabo todo ello viene siendo en última instancia hijo de la realidad exterior.

Un niño sordo, mudo y ciego de nacimiento, reitero, que padece de sordera sensitiva congénita, afasia central y ceguera congénita total podrá sentir el dolor de un pinchazo pero no le será posible expresarlo adecuadamente. La crisis profunda en que se debate la economía norteamericana se asemeja a la de un enfermo de arteriosclerosis coronaria que acaba de hacer un infarto agudo de miocardio y se encuentra en la unidad de cuidados intensivos en donde los especialistas han recomendado cierta cantidad de oxígeno para mantener con vida al paciente. Esa oxigenoterapia son los casi novecientos mil millones de dólares aprobados por el Congreso americano para aliviar el déficit financiero que tiene el sistema financiero norteamericano.

La gigantesca ola desestabilizadora que ahora arropa a Washington más temprano que tarde tendrá sus expresiones centrífugas y se hará sentir por acción centrífuga en la periferia. Como buenos caribeños acostumbrados cada año a manejarnos durante la temporada ciclónica debemos prepararnos para las marejadas, los vientos y las sacudidas que por acción retardada o diferida habrán de percibirse en el resto de América y otros confines ligados al mercado norteamericano. Puesto que no somos ciegos, ni sordos, ni tullidos debemos estar alertas y preparados para afrontar las inclemencias de estos tiempos borrascosos.

Ello no implica el que nos convirtamos en Casandra, ni tampoco en apóstoles apocalípticas, simplemente en seres que ven, oyen, sienten y se expresan para construir un futuro mejor y más seguro. No debemos olvidar aquella idea lapidaria de Juan Bosch de que  cuando la economía estadounidense tiene una gripe en la nuestra se percibe como una pulmonía.

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