Dijo que comenzó a escribir crónicas mucho antes de ser un adolescente, porque ya tenía la vocación para eso.
Desde muy temprana edad, Héctor J. Cruz supo que sería un cronista deportivo, y el tiempo y la preparación le dieron la razón.
El editor deportivo de Listín Diario y productor general de «La Hora del Deporte«, lo cuenta al ser entrevistado por Héctor Gómez en el libro Reservas de la Crónica Deportiva, patrocinado por el Banco de Reservas.
«Muchísimas gracias. Y, naturalmente, el placer es mío, mi gratitud y mi agradecimiento al Banco de Reservas por haberme incluido en esta selección de cronistas deportivos en este proyecto que me parece muy bonito, muy acertado porque resalta la crónica deportiva dominicana, y cualquier acción que ponga en primer plano una actividad tan importante para la sociedad dominicana, hay que agradecerla», puntualiza.
De acuerdo a Cruz, eso de ser cronista deportivo, en el caso mío, fue una decisión sumamente fácil porque yo me río de mí mismo. Cuando era niño, en Tamboril, con 10 o 12 años, trabajaba con el equipo de béisbol amateur del pueblo, como anotador de los juegos.
Cruz precisa: “Anotaba el juego, hacía la crónica y la llevaba o la mandaba a Santiago a los programas de radio de Domingo Saint Hilaire, de Papi Pimentel, de Bullo Steffani, etcétera».
Explica que comenzó a escribir crónicas mucho antes de ser un adolescente porque ya tenía la vocación para eso, “y de ahí empecé a madurar la idea de que algún día sería cronista deportivo”.
Refiere que sus primeros estudios universitarios iban en vía contraria.
“Pues cuando me mudamos a Santo Domingo cursé las carreras de Ingeniería Química y de Administración de Empresas, primero en la UASD y luego en APEC, finalmente tuve que enfocarme en el periodismo, y ahí me quedé”.
Para Cruz, “vamos a decir que eso se logra con el tiempo. Es posible que cuando empecé a escribir columnas, que eso fue tan lejos como en 1973, hace 51 años de eso. En el periódico El Nacional, hacíamos una columna que se llamaba Tres Segundos, el doctor Luis Ramón Cordero, Roosevelt Comarazamy y yo, quien la escribía”.