Es prácticamente inolvidable, uno de los más admirados, popular y celebrado poeta dominicano. A tal extremo ha llegado la devoción del pueblo por la figura y la producción de este cantor del amor, las ternuras, el despecho, los olvidos y celos, que ha denominado once calles de Santo Domingo con su nombre.
Es probable que ninguna sea iniciativa oficial.
Quizá se debe a que Héctor José de Regla Díaz no solo supo interpretar con gracia y estilo singular los sentimientos amorosos y las experiencias vitales del ser humano, sino que inundó los hogares nacionales con su voz a través de las emisoras de su tiempo y cuando no era él quien entonaba con pasión sus creaciones, o emitía comentarios en prosa, declamaban sus versos otros locutores en programas que se hicieron familiares en cada hogar del país.
Personas de todas las edades aprendieron y recitaron sus poemas que improvisaban en veladas y encuentros sociales.
Quedó grabado en el recuerdo de los comunes y sencillos, más no así en la literatura, a pesar de sus libros.
“Es, sin duda alguna, el poeta por antonomasia para las masas nacionales. Aunque la élite literaria le ha negado un nicho en el parnaso nacional, ha conservado el fervor popular y sus poemas son recitados a menudo en los ambientes bohemios del país”, escribió Manuel Mora Serrano en el Día de San Valentín de 2018.
Díaz solo vivió 40 años, los más intensos y mejor aprovechados. Una de sus biografías más completas es la que escribió Rubén Darío Aponte en su Historia de la locución dominicana, y en ella se aprecia esa existencia inquieta que invirtió su tiempo en estudiar, perfeccionarse, trabajar, escribir y aun le sobraba espacio para la diversión, el placer, el gozo.
“Fue uno de los personajes más versátiles que ha tenido la profesión: locutor, poeta, trovador, productor de programas y compositor”, consigna Aponte.
Vida fructífera. Se le conoce como Héctor J. Díaz. Nació en Azua el 21 de enero de 1910, hijo de Clemencia Díaz (Clema) y Lalán Comas, un conocido sastre del sector Pueblo Abajo, de Azua. Algunos citan al general Justaquino Díaz (abuelo materno) y Clemencia (Clema) Díaz, como su madrastra.
El dato de los verdaderos progenitores fue aportado a Rubén Darío por el historiador azuano Apolinar de León.
Héctor estudió en el colegio Santa Ana, de Ciudad Nueva, Santo Domingo, y fue “el primero en rescatar los valores vernáculos del país, creando la Revista Dominicana, basada en canciones y fantasías coreográficas de nuestro folklore”, apuntó Rubén Darío.
Además de sus poesías compuso baladas, boleros y merengues, como Tu nombre, Dolores, Oh, París, El pasaporte, Mal pelao, El negrito del Batey, La muerte de Martín…
Publicó los libros Lirios negros, Flores y lágrimas, Ritmos íntimos, Plenitud, versos para una sola noche, Poesías y canciones, Versos para una mujer sola.
Pionero de la locución dominicana, durante años mantuvo en el aire el programa “Recordar es vivir”, por HIZ. También produjo “Serenata moderna”, con los que inició “la época de los programas románticos con versos y canciones”.
Realizó por HIZ, además, “Cartas a la posteridad”, “El romancero dominicano”, “Epistolario histórico sentimental” y “Tradiciones, leyendas y supersticiones dominicanas”.
Residió breve tiempo en Santiago de los Caballeros y laboró en la estación HIN, “dejando al partir una estela de admiradores y amigos”.
Fue asiduo colaborador del Listín Diario donde escribía de deportes, política, arte, literatura. A principios de 1940 se trasladó a Bonao, incorporándose a La Voz del Yuna. Fue el creador de los programas “El suceso de hoy” y “El bufón internacional”. Alcanzó la posición de Jefe de Locutores de La Voz Dominicana.
Estuvo casado con Mercedes de Díaz, madre de sus hijos “Rafelito” y Héctor Rafael Díaz.
En 1950 partió hacia la ciudad de Nueva York a firmar un contrato con la casa disquera “Seeco” y allí encontró la muerte el 30 de julio de ese mismo año. Una pulmonía acabó con su vida.
Sus poemas. Entre sus poemas más recitados están Remordimiento: “Era muy dulce, angelical y breve, / era como un botón de amanecer, / sutil y casta, diminuta y leve, pero yo… no la supe comprender…”
Siempre: “Cuando la vida se te vuelva amarga, / cuando la angustia te comprima el pecho, / cuando no puedas soportar la carga del dolor y el despecho. Cuando cansada, triste y abatida, / todo hálito de amor te sea negado, /cuando el dolor te torne arrepentida / por lo que hayas llorado. / Entonces… / te daré luz para tu noche triste, / me haré muy dulce con tus amarguras / y en cambio de las penas que me diste / yo te daré ternuras…”.
También, Hace daño querer: “Hace daño querer como te quiero / porque hasta el alma se me torna esquiva / Vivo entre celos y entre celos muero / sin que la paz del corazón reviva…”.
Compuso los poemas negroides Danza negra y Enchumba bemba. Pero ninguno tan repetido, recitado y conocido como “Lo que quiero”, título que llevan algunas de sus selecciones, como la Antología poética que publicó William Mejía. “Que nadie me conozca y que nadie me quiera / que nadie se preocupe de mi triste destino / Quiero ser incansable y eterno peregrino / que camina sin rumbo porque nadie lo espera…”.
Otro es “Mi deceso”: “Yo moriré, no importa. Me he dado mucho gusto, / he vivido mi vida siempre a cuerpo de rey /ni me espanta el infierno ni del cielo me asusto / he vivido la vida como chivo sin ley…”.
Las calles. Las calles “Héctor J. Díaz” están localizadas en los barrios 2 de enero, Brisas del Norte, El Mango, La Mina, Espaillat, La Zurza, Los Coquitos, Los Mina Norte, Nueva Isabela, Brisas de Isabel, Suriel y Villa Blanca II.